La Escalera de la Muerte

Lo que sigue es mi comentario a esta entrada del blog de Bruno Moreno.


Necesitamos decenas de buenos artículos como estos, que se difundan en muchos lugares, para que se denuncie sin descanso la Escalera de la Muerte: ese proceso de (1) Justificar una solución falsa apelando a casos extremos; (2) Luego actuar sobre la base de la conciencia pública anestesiada, para aplicar la misma solución perversa a un mayor número de casos; (3) Proclamar como un “derecho” que se recurra a esa solución infame; (4) Usar dinero público y medios estatales para imponer ese mal llamado “derecho,” del cual hay que sentirse “orgulloso;” (5) Castigar a los disidentes, primero por vía de ridículo y calumnia, y después por persecución abierta, tortura y cárcel.

Reconstruction efforts hindered by ghosts

Numerous reports of ghost sightings have reportedly been made by residents in the city of Ishinomaki in Miyagi prefecture, home to nearly a fifth of all tsunami fatalities.

Reconstruction and repair have been put on hold in some instances due to workers’ fears that the spirits of the dead who passed away a year ago will bring them bad luck if they continue, according to AFP.

Highlighting one half-repaired supermarket, local Satoshi Abe, 64, told the agency: "I heard people working to repair the store became sick because of ghosts. People died here everywhere, here and there. The city is full of such stories."

A taxi driver, who did not want to be named, added that he was unwilling to stop in certain parts of the city that were badly damaged in the tsunami for fear of picking up a customer who is a spirit of the dead.

Meanwhile, another local woman described hearing stories of people seeing queues of people rushing towards the hills, a replay of their final moment as they attempted to escape the tsunami, according to AFP.

vía Japan's post-disaster reconstruction efforts hindered – by ghosts – Telegraph.

Educacion Catolica, 019

Instaura el Reino en tu vida

25. Hermanos, en el proceso de adquisición del Reino de Dios hay un orden. Primero debemos tener vida sacramental íntegra y sincera; también debemos tener vida interior, sin la cual es imposible se instale el Reino en nosotros. O sea, nuestra alma debe estar viva y despierta, lo cual se logra por medio de los Sacramentos y de acatar la recomendación de dulce Jesús: “niégate a ti mismo, toma tu cruz y sígueme”. Con los Sacramentos adquiere vida sobrenatural el alma y con la negación de uno mismo despierta, o sea, se activa.

Sólo la Iglesia tiene la potestad de dar vida sobrenatural al hombre, y dicha potestad conferida por su fundador Jesucristo; esta vida se recibe por medio de los Sacramentos y se conserva por la fidelidad a los mismos. Mas para que el alma tenga vida activa o despierta, el hombre debe aprender a negarse para que su ser interior, su “hombre interior”, adquiera vida y presencia activa en su interior. Sin este requisito, el Reino de Dios no puede asentarse en el interior, pues ¿cómo se asentaría el Reino en un alma muerta por el pecado o dormida por no atenderla dándole alimento y ejercicio?

Pues bien, con el alma dispuesta y con la práctica y cultivo de los Sacramentos, entonces empieza a situarse el Reino de Dios; entonces los ángeles y los santos, entablan una amistad cercana e íntima con el hombre, aprendiendo unidos.

Y es hasta entonces, cuando están instalados los súbditos en el alma, cuando la Reina celestial puede también establecerse en el interior; pues cuando el hombre se niega a sí mismo y toma su cruz y participa de la Cruz del Señor, entonces la Reina celestial puede permanecer en el interior sin ser atacada u ofendida por nuestro mal interior; además que es custodiada por sus súbditos ángeles y santos.

Y estando la Reina y sus ejércitos, entonces el Rey toma posesión del ser del hombre de manera permanente, iniciando el misterioso proceso de la unificación; es decir, el proceso de la santificación-deificación que consiste en hacerse “perfectamente uno” (Jn 17, 23) con el hombre.

Queridos hermanos, busquemos con afán el Reino de Dios, así como nos lo indica nuestro Salvador, a fin de que Él se aposente en nuestro corazón. Pidamos con humildad tal don al Padre Bueno, quien se desvive por hacernos suyos y darnos sus bienes.

[Texto original de Juan de Jesús y María.]