198. Mas Alla del Recuerdo

198.1. En el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

198.2. Así como hay recuerdos amargos, recuerdos tristes y recuerdos deshonestos, hay también recuerdos hermosos, recuerdos dulces y recuerdos saludables. Pero más allá de lo que directamente puede recordar la mente humana, es bueno aprender a agradecer lo que no se recuerda y que sin embargo hizo bien. Este ejercicio, del que te quiero hablar hoy, levanta al alma hacia una gratitud singular y una humildad profunda.

198.3. En efecto, mucho antes de que pudieras empezar a recordar nada, una sucesión ininterrumpida de maravillas fue poblando la historia de tu vida. El salmista dice: «mis huesos no se te ocultaban, cuando era yo formado en lo secreto, tejido en las honduras de la tierra; mi embrión tus ojos lo veían…» (Sal 139,15-16). En un despliegue de prodigios sin cuento, a partir de un comienzo minúsculo, Dios fue construyendo todas las maravillas de tu cuerpo. ¿Cuánta biología y cuánta química se necesita para describir, solamente describir cabalmente, lo que entonces aconteció? Como tú lo has dicho pocas veces, porque también lo has pensado pocas veces, yo le digo hoy a nuestro Dios, a nombre tuyo:

198.4. Papá Dios,
en mi vida,
antes que el lenguaje de las palabras,
fue el lenguaje de las obras;
porque antes de obrar era necesario ser,
y no podía yo ser si Tú no me dabas ser.

198.5. Por eso te agradezco, en primer lugar,
que me hayas concedido la existencia:
ningún rincón de mi cuerpo te es ajeno,
nada pasa en mí sin que Tú lo sepas;
nada me sucede fuera del ámbito de tu designio de amor.

198.6. Padre,
yo no puedo recordar lo que entonces sucedió,
cuando me tejiste en lo profundo de la tierra,
pero tu tejido soy yo mismo,
y esta voz que te alaba con acción de gracias,
antes que con sus significados,
con el solo hecho de su existencia está cantando.

198.7. Padre, padre mío,
yo no sé recordar lo que entonces hiciste,
y por esa flaqueza de mi ser de creatura entiendo
que lo más profundo de tu obrar se me escapa.
Pues no voy a decir que ahora veo todas tus obras en mí,
ni voy a presumir de conocer el tamaño de tu poder
o el alcance de tu piedad.

198.8. Más bien debo decir
que todavía hoy, en lo profundo de la tierra,
más allá de lo que ven mis ojos
o los ojos de mis hermanos,
Tú sigues haciendo maravillas escondidas,
y preparas caminos inesperados,
sendas insondables de sabiduría que me sobrepasa,
recodos de indescriptible belleza;
son las sorpresas que el mejor de los papás
tiene siempre para sus niños pequeñitos.

198.9. ¡Gracias, gracias, gracias!,
¡Gracias por lo que veo, por lo que entiendo, por lo que recuerdo,
pero sobre todo: gracias por lo que no veo,
lo que no entiendo o no comprendo!
Gracias, Padre, amado Padre, amable Padre, amoroso Padre,
Padre amigo, Padre amante de los que aún no te aman,
y bondadoso con los que aún no te reconocen.
Recibe mi gratitud, Padre,
recibe mi amor que de tu amor ha nacido.
Por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.

.10. En la próxima semana, di esta oración cada día, varias veces al día. La costumbre de pensar y orar así te hará bien, y te dispondrá a vivir mejor en el universo de la divina gracia. Para ti será el Reino de los Cielos.

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