Curso: Invitacion a la Cristologia (12 de 20)

Invitación a la Cristología: Curso dado por Fray Nelson Medina a los frailes estudiantes de teología del Studium Generale de los Dominicos de Colombia en el segundo semestre de 2009. Sesión 12 de 20: Cristologías de los albores de la Iglesia y sus criterios en la búsqueda de la verdad de Cristo.

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Temas de la Sesión 12: Notas introductorias al periodo apostólico. Grandes concilios cristológicos: Nicea I, Éfeso, Calcedonia, Constantinopla III. Pero, ¿qué preguntas vivas y en qué contexto dieron origen a las discusiones que fueron sostenidas en esos concilios y otras asambleas? Ser teólogo no es sólo ni principalmente saber muchas respuestas sino saber ponderar preguntas. Sobre la expresión anatema: indica que algo, una idea, ha de rechazarse con la mayor fuerza posible. Pero la herejía no es una sarta de mentiras o de sandeces. El trato teológico serio de la herejía implica siempre un discernimiento y la responsabilidad de ponderar sus preguntas, sus cambios de horizonte y en qué acertaron. Es cómodo deshacerse del hereje por la estrategia elemental de la descalificación o la caricatura. por eso es clave percibir la pregunta.

El Nuevo Testamento es para nosotros algo establecido, publicado e impreso. En el siglo I no tenían el canon bíblico. La certeza fundamental en ese mar de ideas y posturas la luz vendrá de esta pregunta: ¿qué fue lo que nos dieron los apóstoles? Es decir, la apostolicidad de la Iglesia. Sin ese criterio, la Iglesia no puede sobrevivir. La santidad es también nota de la Iglesia pero la santidad es difícil de discernir porque a menudo el exceso de radicalidad tiene aspecto de santidad. Otros posibles criterios: la pobreza, el martirio, la espiritualidad (entendida como inmaterialidad), la resistencia al sufrimiento, los muchos estudios o la erudición, las revelaciones privadas, la eficiencia (marketing) … nada de ello es criterio de verdad católica. Nosotros reposamos en la tríada enunciada en Dei Verbum, n.10: Escritura, Tradición y Magisterio. Los antiguos prácticamente sólo tenían el origen apostólico.

Cristologías incipientes: la Cristología de la Preexistencia y la de la Exaltación.

  • Para la Cristología de la Preexistencia, Cristo es fundamentalmente Dios que ha venido a nosotros. De esta hemos hablado en relación con las cristologías descendentes y de la cristología de San Juan.
  • La Cristología de la Exaltación destaca dos momentos en la vida de Cristo: el bautismo y sobre todo, la resurrección, y mira su vida-pasión-muerte resurrección como una ofrenda que es acepta al Padre

En el esquema de la Preexistencia, la resurrección ciertamente significa mucho para la humanidad de Cristo, pero la persona de Cristo no fue destruida en la cruz ni restaurada en la resurrección: su ser más íntimo no es cambiado por su historia. La Cristología de la Exaltación puede encontrarse, por ejemplo, en el prólogo a la Carta a los Romanos. Cristo es “constituido Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por su resurrección de entre los muertos.” (Romanos 1,4). Los ebionitas piensan que San Pablo inventó al cristianismo, y afirmaban que el Espíritu Santo era el Hijo de Dios.

¿Afirma Pablo que Cristo no era Hijo antes de la resurrección? El mismo Pablo dice que el Evangelio es “acerca de su Hijo, nacido del linaje de David según la carne.” Una lectura del prólogo de Romanos según la Cristología de la Preexistencia interpreta así: Cristo, al nacer del linaje de David, ya es llamado “Hijo.” No es entonces un ser humano que llega a ser Hijo–lo cual corresponde al adopcionismo. La resurrección lo “constituye” Hijo de Dios “con poder” porque su humanidad goza de una gloria que no tenía antes de la cruz. En este esquema, la resurrección no cambia nada en Cristo, cosa que puede dar una idea de que su historia, su dolor, su humanidad misma cae más en el rango de lo accidental que de lo substancial.

Los de la Cristología de la Exaltación piden que el prólogo de Romanos se lea en contexto bíblico, a la luz, por ejemplo, dle Salmo 110 que muestra que, en Israel, el rey, al ser coronado, era llamado Hijo de Dios. Se trataba de un título que recibía sólo entonces. La resurreción de Cristo sería su coronación y por eso, sólo resucitado dice que ha recibido “todo poder en el Cielo y en la tierra” (Mateo 28.18). En esta perspectiva, Cristo es el Siervo de Dios, que ha cumplido plenamente la voluntad del Padre, y en su coronación (resurrección) recibe el título de Hijo de Dios, es: “El que ha sido ungido, aprobado y coronado por Dios.”

Esa interpretación, sin embargo, pide que Romanos 1,3, en donde se dice que el Hijo ha nacido del linaje de David, sea leído así: “El que habría de llegar a ser Hijo de Dios” nació del linaje de David. Tal lectura implica sin embargo agregar al texto algo que en el fondo es especulativo y que a la larga implica dejar sin razón los textos canónicos que hablan de preexistencia.

Además de esta discusión sobre lo preexistente en Cristo, queda pendiente la discusión sobre qué significa lo divino en Cristo. “Divino” en esta cultura antigua no es atributo solo de Dios, sino, muy a menudo, una forma de caracterizar todo lo que nosotros llamaríamos “sobrenatural.” De esta ambigüedad se vale el gnosticismo para sembrar malos entendidos con respecto a la figura de Cristo.

La Cristología de la Preexistencia tiene fuerte apoyo en textos del Antiguo Testamento, sobre todo en los Cánticos del Siervo, y en ese sentido, cristianos de origen judío, como los ebionitas, podían identificarse ellos mismos con Cristo, e identificarlo a él como aquel que ha sido exaltado desde su origen humilde y su vida de dolor a la gloria de la victoria y el bien de la redención para sus hermanos. Esto explica por qué la primera cristología de tiempos apostólicos es la del Siervo, según la cual Cristo es: el “Justo” (Santo), el que nos lidera y el que nos representa. Para los ebionitas, esto es todo lo que puede decirse, y según eso, la mayor parte del Nuevo Testamento, empezando por San Pablo, es traición a Moisés y renegar de Dios.

Y según los ebionistas, ¿qué es lo que diferencia a Cristo de los demás “siervos,” como decir los profetas? El Espíritu. Para ellos, el Espíritu es la sabiduría de Dios, y por eso, en continuidad con textos de los Proverbios y del libro de la Sabiduría 9, el Espíritu es el Hijo de Dios. Lo que sucede en Jesús de Nazareth es que en él, siervo justo, sí pudo posarse en él. “Cristo” no e sotro nombre para Jesús, sino que es el nombre de esa unción en cuanto está presente en este Jesús. Obviamente para afirmar esto hay que rechazar casi todo el Nuevo Testamento y quedarse sólo con San Mateo, quitando incluso algunos pasajes.