SANAR LA RELACION HIJO – PADRE

Les invito a reflexionar sobre un aspecto poco desarrollado de la parábola del Hijo Pródigo. Es un aspecto muy actual en nuestra sociedad posmoderna, la sociedad del divorcio. En general no se ha hecho hincapié en las relaciones que se están dando entre padres e hijos. Se ha destacado el significado espiritual de la parábola; vale la pena resaltar este aspecto, muy actual. La parábola es la historia de una reconciliación entre padre e hijo, que habían roto sus relaciones. Sabemos cuán vital es la reconciliación entre ellos para el logro de su felicidad.

Quién sabe por qué la literatura, el arte, el espectáculo, la publicidad se aprovechan sólo de una relación humana: la de fondo erótico entre el hombre y la mujer, entre esposo y esposa. Parece como si no existiera otra en la vida. Publicidad y espectáculo no hacen más que preparar en mil salsas este plato. En cambio dejan inexplorada otra relación humana igualmente universal y vital, otra de las grandes fuentes de gozo de la vida: la relación padre-hijo, el gozo de la paternidad.

Pero si se ahonda con serenidad y objetividad en el corazón del hombre se descubre que, en la mayoría de los casos, una relación intensa, permanente y serena con los hijos es, para un hombre adulto y maduro, no menos interesante y satisfactoria, que la relación con la mujer. Sabemos cuán importante es tal relación también para el hijo o la hija y el vacío tremendo que deja la carencia de ella o su ruptura.

Igual que el cáncer ataca habitualmente los órganos más delicados en el hombre y en la mujer, así el poder destructor del pecado y del mal ataca los ganglios más vitales de la existencia humana. No hay nada que sea sometido al abuso, a la explotación y a la violencia como la relación hombre-mujer, y no hay nada que esté tan expuesto a la deformación como la relación padre-hijo: autoritarismo, paternalismo, rebelión, rechazo, incomunicación.

No hay que generalizar. Existen casos de relaciones bellísimas entre padre e hijo. Sabemos sin embargo que hay también, y más numerosos, casos negativos. En el profeta Isaías se lee esta exclamación de Dios: “Hijos crié y saqué adelante, y ellos se rebelaron contra mí” (Is 1,2). Creo que muchos padres hoy en día saben, por experiencia, qué quieren decir estas palabras.

El sufrimiento es recíproco; no es como en la parábola, donde la culpa es toda y sólo del hijo. Hay padres cuyo sufrimiento más profundo en la vida es ser rechazados o directamente despreciados por los hijos. Y hay hijos cuyo más profundo y no confesado sufrimiento es sentirse incomprendidos, no estimados o francamente rechazados por el padre.

La iniciativa de una gran reconciliación entre padres e hijos y la necesidad de una sanación profunda de esas relaciones hace parte de la nueva evangelización, que mira a la creación y refuerzo de la vida fraterna. Se sabe cuánto puede influir, positiva o negativamente, la relación con el padre terreno en la relación con el Padre de los cielos y por lo tanto en la misma vida cristiana. Cuando nació el precursor, Juan Bautista, el ángel dijo que una de sus tareas era “hacer volver los corazones de los padres a los hijos y los corazones de los hijos hacia los padres” (Lc 1, 17). Una tarea hoy más actual que nunca.

Sanación para adultos

Debido al pecado y a la falta de orden en nuestra sociedad, millones de personas han crecido en familias en las cuales no ha habido un padre o una madre adecuados. Este hecho tiene consecuencias desastrosas, puesto que la familia es el único lugar en el cual una persona puede alcanzar su máximo desarrollo.

Haciéndole frente a la realidad

Para poder ser sanadas, las personas adultas que provienen de una familia disfuncional, se deben enfrentar las siguientes realidades: l. Necesito sanación. Los efectos de haber crecido en una familia disfuncional no se pueden negar. No pasarán ni el tiempo los sanará. No desaparecerán por sí solos, aunque quizás emerjan en otras formas menos directas. 2. No me puedo sanar a mí mismo. Ni siquiera las oraciones individuales lograrán la sanación total, si Jesús nos ha dado la oportunidad de recibir esa sanación a través de otras personas. Necesitamos a otros miembros del cuerpo de Cristo (1 Corintios 12: 21). 3. Jesús con certeza me sanará, si le permito hacerlo a su modo. Solamente Jesús puede lograr lo imposible, sanando, inclusive del peor abuso.

Disfuncionalidad debido a la ausencia o a los abusos: En lo que concierne a la sanación de las familias disfuncionales, es de utilidad el hacer una distinción entre la disfuncionalidad debido a la ausencia o el abuso. (En algunos casos estas dos causas están entrelazadas.) Puede que la familia sea una víctima de las circunstancias y la ausencia del padre o de la madre sea algo sobre lo cual éste o ésta no tenga ningún control. Cuando una persona no recibe el amor, la atención y los cuidados de uno de sus padres debido a la muerte, el trabajo o el divorcio, es necesario el perdón, aspecto importante de cualquier sanación, incluyendo la de las familias disfuncionales. (Ver Eclesiástico 28:3.)

El perdón y la misericordia: Cuando se trata de disfuncionalidad debido al abuso, es absolutamente necesario que el hijo o la hija le perdone todo a su padre o a su madre abusiva; incluyendo el incesto, la violación, el alcoholismo, las golpizas, la manipulación emocional, los insultos y el abandono total. Humanamente es imposible perdonar a los padres, pero el Señor hará lo imposible. Y ese perdón no será simplemente un control de la hostilidad sino un perdón auténtico. Por la gracia milagrosa de Dios, el niño o la niña abusada podrá abrazar, amar y honrar a sus padres disfuncionales. (Ver Lucas 15:20.) El que ha sido abusado podrá perdonar con afecto y misericordia. Los cristianos, por la fe, pueden entregar sus problemas al Señor (1 Pedro 5: 7). Esto les libera para poder tener misericordia con el padre o la madre que le ha herido. La misericordia es la cualidad esencial para el perdón; es darle a alguien que nos ha dañado, algo mucho mejor de lo que merece. ¿Merecía acaso el hijo pródigo los regalos que recibió de su padre, tales como el anillo, los zapatos y la túnica? ¿Por qué había de ser matado el ternero en honor de él? (Lucas 15: 23) La misericordia es la clave al perdón, y el perdón es la clave a la sanación de las familias disfuncionales.

Extienda su mano al padre o la madre disfuncional: En lo que concierne a la disfuncionalidad debido a la ausencia o el abuso, el adulto debe de tratar de mejorar la relación con sus padres visitándoles, escribiéndoles o llamándolos. A menudo esto no se hace porque el contacto con los padres podría prohibirse por considerársele una amenaza y cualquier mejora en la relación podría ser muy mínima. Pero hasta una breve conversación, una postal de cumpleaños o un pequeño regalo, puede ser una ocasión de gran sanación. Si el padre o la madre abusiva ya ha muerto, la persona deberá pedirle a Jesús que sane esa relación.

Esperanza y sanación en Cristo: Es imposible a través del poder humano, sanar a los adultos que provienen de familias disfuncionales. Pero por el poder de Jesús, las víctimas de las familias disfuncionales pueden sanarse por completo e inclusive rápidamente. No tomará años esa sanación sino días, para que Jesús haga lo imposible. Inclusive, el Señor sacará bienes para los que le aman, de su pasado disfuncional. (Romanos 8: 28.) Por lo tanto, los millones de familias disfuncionales de nuestra sociedad, presentan una oportunidad para una evangelización que les lleve a Jesucristo. El nombre de Jesús es el único nombre mediante el cual se pueden sanar y salvar las familias disfuncionales. (Ver Hechos 4,12.) Jesús es la única esperanza de las familias disfuncionales y de todos sus miembros; y es la única que ellos realmente necesitan.