JESUS, UNICO CAMINO PARA IR EL PADRE

JESUS, UNICO CAMINO PARA IR EL PADRE

Vamos a iniciar una reflexión sobre el descubrimiento del Padre a través de su Hijo divino, como el único camino que nos lleva al Padre. En efecto, nadie ha conocido a Dios, sino el Hijo único. Y El nos lo ha dado a conocer.

Dios Padre se ha hecho visible

El Evangelio de san Juan nos cuenta varios momentos maravillosos de la revelación del Padre, hecha por el mismo Jesús. En diálogo con sus discípulos, llenos de una gran expectativa, al requerimiento de Felipe: “¡Señor, muéstranos al Padre! (Jn 14, 8), oyen de labios de Jesús la siguiente declaración: “¡el que me ha visto a mí, ha visto al Padre!” (Jn 14,10). Le duele a Jesús que Felipe y sus discípulos, después de tanto tiempo de convivencia y de tantas confidencias como les había hecho, no hayan siquiera llegado a intuir su relación íntima con su Padre. En Jesús se hace transparente el Padre.

Según esta revelación, viendo a Jesús se puede barruntar “algo” de esa relación íntima, inseparable de amor mutuo que existe y fluye entre el Padre y el Hijo y que los hace Uno. Por eso, a Felipe, a sus discípulos y a nosotros nos dice: “créanme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí” (Jn 14,11).

También Jesús, en diálogo con sus enemigos, que consideraban sus palabras como blasfemas, les argumenta diciendo: “si no hago las obras de mi Padre, no me crean; pero, si las hago, aunque a mí no me crean, crean por las obras, y así sabrán y conocerán que el Padre está en mí y yo estoy en el Padre” (Jn 10, 37-38). Y todo esto sucede por la fuerza de la unidad que hay entre los dos, afirmada por el mismo Jesús como argumento final para sus enemigos: “El Padre y yo somos uno” (Jn 10, 30). Dada esa unión tan íntima entre Jesús y el Padre, podemos decir que las palabras que pronuncia Jesús o las obras que Él realiza, son también palabras y obras del Padre. Por eso puede decir Jesús: “El Padre, que vive en mí, realiza su obra salvadora”.

Para nosotros, desde la fe, Jesús es el único punto de encuentro donde el hombre puede tener acceso y encontrar en Él a Dios, al Padre. Por eso, decimos que Jesús es el único camino para conocer al Padre, para ir al Padre

El Padre vive en Jesús

En los sinópticos el Padre es alguien que ve en lo secreto, que conoce hasta los cabellos de nuestra cabeza, que escucha y perdona; alguien que cuida de nosotros. Pero su morada sigue estando “en el cielo”. Por eso, nuestra relación con Él, por intensa que sea, es una relación un tanto distante. La revelación de estos tres evangelistas es la del Padre como nuestro Padre.

Pero en la revelación que nos hace el cuarto evangelista el Padre no está en el cielo, está ante los discípulos que lo pueden “ver”, y honrar en persona. El Padre se ha hecho visible en Jesús. Hay, por tanto, una manera de ver al Padre, de encontrarnos con el Padre y esa manera tiene lugar por vez primera en Jesús. La revelación del Padre que nos hace el cuarto evangelista es sobre el Padre de Jesús. Podemos, por lo tanto, decir con Jesús, que el único camino para ir al Padre es Jesús: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí” (Jn 14,10).

Quien me ve a mí, ve al Padre

Ver al Padre no está reservado únicamente para quienes tuvieron la suerte de estar físicamente con Jesús. También hoy nosotros podemos acercarnos a Jesús, entrar en Él y hacerlo entrar en nosotros, en la Eucaristía. En la Eucaristía nos dice también Jesús: “Quien me recibe a mí, recibe también a mi Padre”. Por lo mismo, cuando recibimos a Jesús en la Eucaristía, podemos hacer nuestras las palabras de Cristo y decir en primera persona: “Yo estoy en el Padre y el Padre están en mí”. Esto claro está es por pura gracia. Y es que en la Eucaristía, a diferencia de los libros, no encontramos únicamente ideas o verdades sobre el Padre, sino que encontramos y nos encontramos con el mismo Padre! Y es que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son una única e inseparable naturaleza divina, son Uno. Un Santo Padre dice al respecto: “Cristo está en el Padre en virtud de su divinidad, mientras que nosotros estamos en Cristo, en virtud de su nacimiento humano, y Él está en nosotros por la comunión sacramental… Así también nosotros llegamos a la unidad con el Padre. En efecto, Cristo está en el Padre connaturalmente, en cuanto ha sido engendrado por Él; pero, en cierta manera, también nosotros, a través de Cristo, estamos connaturalmente en el Padre. El vive en virtud del Padre y nosotros vivimos en virtud de su humanidad” (San Hilario de Poitiers).

Es en la comunión eucarística donde encuentran su más claro cumplimiento las palabras de Cristo: “Al que me ama… mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos nuestra morada en él” (Jn 14,25).

Al unirnos a Jesús nos unimos al Padre

Como el arroyo que viniendo hacia el río se introduce en él, desde ese momento ya no puede dejar de seguir al río en su camino hacia el mar, así el que se une a Jesús por la Eucaristía se une también al Padre que está en Jesús. Es por esto que la liturgia da un relieve especial a la presencia del Padre en la celebración eucarística. Así el canon de la Misa es un largo diálogo que la Iglesia entabla con el Padre. Comienza con las palabras: “Santo erres en verdad, Padre…” y termina con las palabras: “A ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos”. Podemos decir, que la Iglesia hace memoria de Jesús al Padre para que el Padre, por amor a Él, se acuerde de nosotros, nos perdone y nos conceda sus bienes.