El Evangelio que MAS habla de la misericordia

Les invito a situarnos en el marco del evangelio que vamos a meditar durante los presentes Ejercicios. Es Lucas quien nos presenta la parábola de la misericordia del Padre. Por eso entraremos a dar algunas pinceladas sobre Lucas y su evangelio. Ya en su tiempo Dante Alighieri definía a Lucas como el “evangelista de la ternura de Dios”, de la mansedumbre de Cristo. Y ciertamente es así. Al hablarnos de Jesús nos lo presenta con el rostro de la ternura y de la misericordia del Padre, pues el que ve a Jesús ve al Padre.  

El Evangelio de Lucas, llamado: ”Evangelio de la misericordia”, se sitúa entre los años 80-90. Tiene un atractivo especial tanto por el rigor de su investigación como por su estructura y estilo literario, y por la perspectiva en que se coloca ante la figura de Jesús, imagen viva del Dios infinitamente misericordioso que busca amorosamente y acoge con una paciencia sin límites a los pecadores.

Datos interesantes.

El autor del tercer evangelio, no perteneció al grupo de los primeros apóstoles y discípulos. Ni siquiera era judío: había nacido en Antioquia y viviría en la provincia romana de Acaya, que, geográficamente, se sitúa al sur de Grecia. Fue compañero del apóstol Pablo (cf. Col 4,14; Flm 24; 2Tim 4,11). Es un cristiano culto y erudito, educado en ambientes helenistas, médico (Col 4,14), conoce bien la literatura de su época, y escribe en un griego culto.

Antes de poner por escrito su propio testimonio, investigó seriamente para contrastar los datos que él tenía, con los datos que le ofrecían otras fuentes que estaban ya funcionando entre los cristianos: no solamente con la tradición oral transmitida por los testigos oculares, sino también por el evangelio de Marcos, y por las colecciones de dichos y hechos de Jesús que corrían ya entre las comunidades cristianas (Lc 1,1-4).

Estructura del evangelio

El Evangelio de Lucas se divide en tres grandes apartados:

Anuncio del reino a todo Israel empezando por Galilea (4,14-9,50): Describe la actividad de Jesús en Galilea. A través de sus palabras y acciones el misterio de su persona se va desvelando a Israel. Aunque muchos lo rechazan, algunos deciden seguirlo como discípulos.

El gran viaje de Jesús a Jerusalén (9,51-19,28): Constituye el centro del evangelio. Encontramos una extensa catequesis sobre diversos aspectos de la vida cristiana. Jesús se dirige a sus discípulos en el camino que conduce a la cruz, preparándolos para que vivan y anuncien el evangelio después de la Pascua.

La narración de la Pasión y la Resurrección de Jesús (19,29-25-43): Contiene el relato de la pasión y resurrección de Jesús. Desde el punto de vista de Lucas, este es el momento central de la historia de la salvación: hacia él tiende el tiempo de Israel y de Jesús, y de él nace el tiempo de la Iglesia.

Estos tres grandes bloques van precedidos de dos fragmentos a modo de preludio: Los relatos de la infancia de Jesús (1,5-2,52), la predicación de Juan Bautista y las tentaciones de Jesús en el desierto (3.1-4,13). Son como un gran díptico en el que Lucas va colocando en paralelo la infancia y la primera actividad de Juan Bautista y de Jesús para destacar la superioridad de Jesús y el paso del tiempo de Israel (Juan) al tiempo de Jesús.

El rostro del Dios de la misericordia

Dijimos que Lucas es el evangelista de la ternura y de la misericordia de Dios. Es quien con más delicadeza nos presenta las entrañas del Padre: El es misericordia, el es Dios todo ternura. El capítulo 15, tal como dijimos más arriba, pertenece a la segunda sección, que es la parte central del evangelio de Lucas y la más extensa.

El cometido prioritario de esta segunda sección es enseñar a sus amigos las características del verdadero discípulo: la oración, el amor, la justicia, la misericordia, el perdón. El trozo 15,11-32 está más o menos, en la parte central de la segunda sección (9,51 – 19,27). Decimos que esta segunda sección describe las peculiaridades del discípulo, pero en la parte céntrica, se encuentra la parábola del hijo pródigo que nos explica la naturaleza más íntima del Dios de Jesús: la ternura y la misericordia. Durante su viaje a Jerusalén, Jesús enseña a sus discípulos a ser verdaderos discípulos, pero en el centro de su enseñanza coloca la más maravillosa descripción del rostro de Dios.

Fijándonos bien en la parábola, vemos que el auténtico protagonista nos el hijo pródigo, sino el padre. Viendo como actúa el padre percibimos la manera de ser de Dios. Por eso, el objetivo de la parábola es hacernos descubrir la naturaleza íntima de Dios, de quien somos hijos: el es un Padre de ternura y de misericordia.

El episodio pertenece al género literario de las parábolas. Una parábola es un texto en que se confrontan elementos desiguales y se saca una conclusión. Así en la parábola del grano de mostaza (Lc 13,18-19) se comparan la pequeñez de la semilla con la magnitud del arbusto; en la levadura (Lc 13,20-21) se compara la pequeñez la insignificancia de la levadura que hace fermentar a una gran cantidad de masa. Nuestra parábola confronta la actitud tierna y misericordiosa del padre, con la actitud mezquina del hijo mayor y la traición del menor.

La parábola obliga a quien la escucha a darse cuenta de la enorme diferencia que ha entre las situaciones confrontadas, e inclinarse a favor de la mejor. Nuestra parábola compara la actitud del padre –ternura y misericordia- con las actitudes de los dos hijos –mezquindad y traición- y nos obliga a adherirnos a la del padre. La misericordia de Dios es infinitamente más poderosa que la fuerza del pecado y la estrechez de los hombres.

Diálogo de Jesús con sus discípulos

En el largo camino hacia Jerusalén, Jesús explica a sus amigos las cualidades que debe tener todo discípulo suyo, y en esta parábola les muestra la intimidad de Dios, que es Padre. Les muestra también que las respuestas de los hombres a los proyectos de Dios son bastante mediocres. Jesús no se contenta con presentar a Dios como un Padre de misericordia, sino que muestra la forma en que el Padre ejerce su ternura y misericordia. Los discípulos se alejarán del camino que Jesús les ha trazado y abandonarán los caminos del amor. Pero, a pesar del pecado de los hombres, Dios permanecerá siempre a la espera del retorno de sus hijos y, sin que ellos lo sepan, estará velando amorosamente el camino de su regreso.

Nuestra parábola está acompañada de otras dos, que la preceden, y que completan la figura del Padre y de Jesús, que siempre espera y perdona al pecador. La parábola de la oveja perdida (Lc 15, 1-7) que presenta a al Dios de la ternura yendo en busca de aquel discípulo que se ha salido del camino, se ha extraviado. Y la dracma perdida (Lc 15,8-10) que nos recuerda la preferencia del Dios de la misericordia por los pequeños y por los que se “pierden”. El hijo pródigo nos muestra a Dios Padre que acoge siempre, espera siempre y perdona siempre sin imponer condiciones.