La vida de la Trinidad es vida de amistad

(Lc 10,21-22; Jn 14,5-17; 15, 1-17)

Les invito a reflexionar sobre la vida de amistad en la Trinidad, el más alto grado de comunión vivido entre personas. La Escritura nos ofrece material para nuestra profundización. La amistad es el sacramento primario de toda solidaridad entre personas. Por esto, entre las Personas divinas se vive la amistad. Más aún, ellas son la fuente de la amistad. Hay personas que viven juntas toda una vida y no llegan a ser amigos: padres que no han podido ser amigos de sus hijos; hermanos entre los cuales no ha podido florecer la amistad; religiosos que se han quedado en los inicios del amor, sin llegar a saborear la amistad. Pero, también hay encuentros entre personas, que se convierten en amistades muy hondas.

Para lograr el objetivo de nuestro tema, nos valdremos, de los Evangelios, donde Cristo nos regala la más maravillosa revelación de Dios. Las Personas divinas viven la amistad, porque viven el amor recíproco entre ellos, y lo viven en grado infinito. Es tal la intimidad entre ellos que, en palabras de Jesús, el que ha visto a Jesús ha visto al Padre y el que ve a Jesús, conoce al Espíritu Santo. Por eso dirá el Eclesiástico que el amigo es igual al amigo: “el amigo es otro yo” (Eclesiástico 6,11). La amistad tiene su origen en el cielo y es regalo del cielo. Tiene su origen en el amor de las Personas divinas, porque: “Dios es amor”. Y la amistad es la cota más alta del amor vivido entre personas. Alguien decía que la amistad es transparencia de la presencia divina.

La Koinonía en Dios

Se ha utilizado la palabra “Koinonía” para expresar, al menos en parte, el misterio Trinitario. Esta palabra griega, utilizada en la Biblia, traduce “comunión”, otras veces “amistad”, “participación”, “condivisión”. Todos estos significados nos ayudan a captar mucho mejor el sentido que ella encierra. De todos modos, el vocablo posee un significado específico que habla de la vida divina. Los elementos fundamentales de este concepto teológico no provienen de la sociología, sino de la Escritura. Ella nos dice que Dios es koinonía: comunión en su misma esencia. Su ser es trinitario, esencialmente relacional. Un Dios no trinitario no sería koinonía en su mismo ser. Pensar en las Personas es pensar siempre en términos comunitarios. Por eso, la Trinidad es el modo de ser de Dios. El es comunión íntima. Por eso, en el principio no existe la soledad, sino el amor, la comunión.

La Trinidad comunidad de amistad

Lleguémonos a saborear un texto evangélico donde se descubre un amor especial, tierno, de amistad entrañable, una comunicación de especial intimidad entre las Tres Personas divinas. Dice así: “Jesús se llenó de gozo en el Espíritu Santo, y dijo: ‘Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado esas cosas a los sabios e inteligentes, y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Y nadie conoce al Hijo sino el Padre y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar” (Lc 10,21-22).

gEste texto revela el Misterio Trinitario como una comunicación y comunión” íntimas, de amistad. El Espíritu Santo estremece a Jesús con un gozo íntimo, que hace que se comunique con el Padre con afecto entrañable y tierno, con subida intimidad. Es este, tal vez, uno de los momentos de mayor intensidad en el Evangelio. Jesús se comunica con el Padre mediante un vocablo lleno de cariño y de ternura filial: “Abbá, Papá”. Se comunica entrañablemente, con seguridad e intimidad. Al llamar a Dios “Abbá”, Jesús está revelando esa relación especial de intimidad que tiene con Él, pues es su “Hijo amado”, como lo llama el Padre (cf. Mc 1,11; Mt 3,17; 17, 5; Lc 3,22). ¡Cuánta ternura en esas dos expresiones: “Abbá”, “Mi Hijo amado”. Llamándose tan familiarmente entre ellos, el Evangelio nos está descubriendo la ternura, la amistad íntima y tierna que viven las Personas divinas entre ellos.

Por otra parte, el término “conocer”, empleado por Jesús para expresar su relación con el Padre, nos ayuda a descubrir que la relación que viven las Personas divinas es de una altísima intimidad. En efecto, el “conocer” bíblico, es empleado por primera vez en la Biblia para expresar la relación íntima de Adán con su mujer. Dice así la Escritura: “Adán conoció a su mujer, la cual concibió y dio a luz a Caín” (Gen 4,1). Se habla allí, por tanto, de una experiencia vital íntima, de la máxima intimidad de amor recíproco compartido, posible entre dos personas humanas. Claro está que la intimidad que viven las Personas divinas está mas allá del concepto de intimidad que nosotros manejamos. Está más allá de toda intimidad material. Por esto, este magnífico texto de Lucas revela un acento extraordinario de sin igual intimidad y ternura, de la comunicación y comunión entrañable y extraordinaria, que viven las Personas en el seno de la divinidad.

La amistad de las Personas divinas es en grado infinito

San Juan, en su Evangelio, presenta como en un crescendo, la relación comunicativa de amor que se da entre las Tres divinas Personas. Dialogando Jesús con sus discípulos, en ambiente de deliciosa intimidad, les hace revelaciones asombrosas sobre la relación de amistad que existe entre las tres Divinas Personas. Les dice: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre!…¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre está en mí? Y, unos versículos más adelante, hablando del Espíritu Santo les dice: “Yo pediré al Padre que les mande otro Defensor que esté siempre con ustedes, el Espíritu de la verdad, que el mundo no puede recibir porque no le ve ni le conoce. Ustedes le conocen, porque vive con ustedes y está con ustedes” (Jn 14, 16-17). En este texto ha hecho Jesús dos extraordinarias afirmaciones: “El que ha visto a Jesús ha visto al Padre y el que ha visto a Jesús ha visto y conoce al Espíritu”. En efecto, el que está con ellos es Jesús, pues “aún no había Espíritu, porque Jesús no había sido aún glorificado” (Jn 7,39). Por eso, la teología afirma que el Espíritu Santo es el Espíritu del Padre y el Espíritu del Hijo. ¡Imposible llegar a una comunión y a una intimidad mayor que la que nos revela Jesús, existente en la Trinidad, y que es mucho más profundo y va más allá del concepto de intimidad conocido por nosotros. Es una amistad en grado infinito que no alcanzamos ni a imaginar.

Años más tarde, el mismo Juan expresa en su Evangelio, en una maravillosa síntesis de su reflexión teológica, una idea, que pudo recibir de labios de Jesús y que nos habla, también, de la más subida intimidad existente entre las Personas divinas. Dice el evangelista: “En el principio existía la Palabra, y la Palabra estaba en la intimidad de Dios y la Palabra era Dios” (Jn 1,1-2). El evangelista afirma que, desde el principio existe entre las Personas divinas una misteriosa y perfectísima relación de intimidad tal, de comunicación tan íntima que les hace UNO.

Estos diversos niveles de comunicación íntima en Dios los ha expresado la teología con los términos de naturaleza y persona. Con el término persona ha expresado la pluralidad o Trinidad de personas; con el término naturaleza ha expresado la unidad que existe entre ellos: son tres Personas distintas, pero iguales en todo. Ninguna es más que la otra, más o menos importante, más o menos santa, más o menos poderosa. Por eso, viven en el seno de la Trinidad, la más alta y perfectísima intimidad de amor, origen y modelo de toda comunicación, de toda amorosa comunión, de toda comunidad.

A la más perfecta amistad se llega por la más profunda comunicación

La persona es lo que es su comunicación y esta alcanza su plenitud cuando llega hasta la intimida, hasta la amistad, cumbre cimera del amor. Por lo mismo, a medida que la comunicación sea más perfecta, más perfecta será, también, la amistad. Al respecto afirma el documento Vida Fraterna en Comunidad: “Para ser amigos es necesario conocerse, y para conocerse es necesario comunicarse en forma cada vez más amplia y profunda” (VFC 29). Por eso, la amistad de las Personas divinas es en grado infinito por su insondable comunicación. El documento citado, avanza todavía más y dice: “La amistad nace de la comunicación de los bienes del Espíritu, una comunicación de la fe y en la fe, donde la amistad se hace tanto más fuerte cuanto más central y vital es lo que se comunica (VFC 32). Y en la Trinidad no solo se comunican los dones del Espíritu, sino que se comunica el mismo Espíritu, en tal intensidad, que el Espíritu del Padre es el Espíritu del Hijo. ¿Puede darse mayor comunicación, mayor intimidad?

Hemos sido creados a imagen de la Trinidad

Es por esto que Jesús, que venía de vivir la amistad en su vida divina, pudo decir a sus discípulos: “ya no les llamo siervos sino amigos. Porque les he comunicado todo lo que he oído de mi Padre” Por eso, el religioso, al recibir su vocación, ha sido llamado para la amistad. Ya desde el principio, desde antes de ser creado, ha sido preparado y diseñado para la amistad. Por lo tanto, al recibir su vocación, ha sido llamado para que desarrolle la comunicación con sus semejantes, hasta lograr el grado más alto del amor: la amistad. Ha sido llamado para ser confidente de Jesús, para ser amigo de cada una de las Personas divinas, para ser amigo entre los hombres.