Quien es nuestro Dios

(Hech 17, 22-34; Mt 15,16,17); Jn 14,1-31)

Les invito a revisar la imagen que tenemos de nuestro Dios. ¿Cómo es esa imagen? La mayoría de los cristianos nos hemos quedado con una imagen humana, más bien filosófica, como el UNO trascendente. Hemos dejado a un lado la imagen bíblica, la imagen trinitaria, la imagen que el mismo Dios nos ha revelado por Jesucristo. Y la hemos relegado porque nos parecía inalcanzable, sin consecuencias prácticas para la vida y, menos para la salvación. Por eso, en este trabajo abordaremos primero el tema de la unidad de Dios, de la Comunión Trinitaria, para detenernos, después, en cada una de las Personas divinas, y de manera especial, en la adorable Persona del Padre. Qué lindo que en estos días abandonemos la idea que nos hemos formado de Dios, y nos dejemos sorprender por el adorable Jesucristo para que nos pueda revelar su imagen de Dios! El es misericordia, amor, es como las entrañas maternas que se estremecen por nosotros. Entonces, y sólo entonces, nuestra visión de la vida cambiará. Quiero iniciar recordando una experiencia del santo Cura de Ars. Un día se le presentó en la casa cural un hombre que quería discutir sobre Dios y expresarle unas dudas sobre El. El padre Vianney le pidió que, primero se arrodillara y confesara sus pecados. El hombre no quería aceptar, pues buscaba sobre Dios pruebas de razón, argumentos intelectuales. El cura de Ars se mantuvo firme en su pedido, hasta que el hombre convino y le pidió que lo confesara. Acabada la confesión de sus pecados, y habiendo recibido la absolución, el padre le dijo: ahora sí veamos sus dudas sobre Dios. Nuestro hombre, agradecido, replicóque ya no tenía dudas. Todo estaba claro. Con su confesión había eliminado sus dudas y ahora estaba tranquilo con Dios. Ya lo dijo el mismo Jesús: Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios (Mt 5,8).

El misterio de Dios

Los cristianos creemos en la Revelación divina, que tiene como protagonistas a tres Personas divinas, iguales en honor y gloria, y que viven en total comunión por su ser-amor. Jesucristo, Dios y Hombre, que se encarnó, nació de María Virgen y nos redimió, nos entregó la noticia completa sobre el verdadero Dios: Él es nuestro Padre y nos ama; marcando, así, nuestra vida con ese amor. Pero no podemos pensar en el misterio del Padre sin pensar en el Hijo, en el Espíritu Santo, en la Santísima Trinidad. Jesucristo nos dejó consignada la revelación sobre el Dios verdadero, en varios momentos. Es especial el del capítulo 14 del Evangelio de san Juan. Allí, Jesús habla de las tres Personas que conforman la Trinidad o tri-unidad de Dios: del Padre, de Sí mismo y del Espíritu Consolador, que el Padre envía en nombre de Jesús. Nos habla de que esas Personas son COMUNIÓN personal en el amor, Dios-Comunión: “Yo y el Padre somos UNO”. Estas Personas Divinas se aman con amor infinito, formando “la mejor Comunión”: se aman desde la eternidad siendo un solo Dios.

Comunión íntima

Este Dios Comunión, ha querido abrir su misterio de amor y hacer partícipes de él a todos los hombres. Por eso, nos creó “a su imagen y semejanza”, invitándonos así a la comunión personal con Él, con los demás hombres y con el mundo. Nuestra vocación es, por tanto, vivir la comunión. Para que podamos mejor lograrlo, los Tres han puesto su morada en nuestro corazón: “vendremos a él y haremos nuestra morada en él” (v. 23). Nuestra vida comenzó y terminará en la Trinidad, debemos vivir, por tanto, al estilo de la Trinidad. Para ello se nos ofrece el Espíritu Santo, para poder vivir la Comunión con Dios y con los hermanos: “Que todos sean uno como tú, Padre, en mí y yo en ti” (Jn 17,21).

La Trinidad es Comunión

Nos damos cuenta que el Dios de los cristianos, revelado por Cristo, no es un Dios solitario, sino un Dios-Amor, que vive en Comunión. Así aparece la Trinidad en la Biblia; esta es su dinámica. La comunión trinitaria es recíproca entrega y acogida de las Personas divinas. Cada una está en las otras sin confusión ni separación. Esto nos permite intuir el misterio de la vida íntima de Dios como un misterio infinito de Comunión, paradigma de nuestra comunión. En efecto, la Comunión Trinitaria no es estática o cerrada en sí misma. Uno de los últimos documentos papales, la Exhortación Apostólica “Vita Consecrata”, que estudia la Vida Consagrada y su misión en la Iglesia y en el mundo, aborda el misterio Trinitario, desde el dinamismo de la “comunión”. Es esta una visión más dinámica y existencial del misterio de Dios. La exhortación papal presenta la Vida Consagrada, a la luz de la Trinidad, como una señal de fraternidad, como una epifanía del amor de Dios-Comunión en el mundo.

Al reflexionar sobre la Trinidad como “comunión”, se nos presenta este misterio menos abstracto, sin que deje de ser incomprensible. A partir de esta visión más dinámica, se hace luz sobre la Trinidad, sobre la Iglesia y sobre la Vida Consagrada, que ha sido regalada a la Iglesia, para hacer presente entre los hombres el misterio del Dios vivo, que es “Comunión entre las Personas divinas”. De la misma manera, reflexionando sobre el ser de la vida fraterna estamos profundizando en el misterio de Dios Trinidad, que nos ha llamado a los religiosos, desde la eternidad, para ser epifanía de Dios.

Pero, la comunión en Dios, no es simplemente una estructura exterior, como pasa en la familia humana, sino que es la propia esencia más íntima de Dios. No es su aspecto parcial, sino su dimensión constitutiva, lo que hace a Dios. La Comunión es la manera de ser de Dios y la manera de nosotros realizarnos como miembros de la familia de Dios.