Iglesia y Sexo: te apuesto a que lees esto

Los argumentos van de este orden:

A favor de Humanae Vitae:

Existe una ley natural, puesto que los seres creados no se han dado ley a sí mismos. Según esta ley, los fines procreativo y unitivo del matrimonio van juntos. La anticoncepción artificial supone un rompimiento voluntario con ese ordenamiento, y por ello es intrínsecamente inmoral, en cuanto a la naturaleza del acto conyugal mismo.

Además, la separación de lo procreativo y lo unitivo conduce–como lo estamos viendo–a la trivialización de la sexualidad, que queda reducida a un modo de entretenimiento y un objeto de comercio.

Además, la institución misma del matrimonio, que tiene como uno de sus constituyentes la intimidad conyugal, queda equiparada a cualquier forma de amistad con intercambio sexual que pueda darse entre adultos. En particular, el término matrimonio deja de significar unión estable entre hombre y mujer, y la puerta queda abierta no sólo a parejas del mismo sexo, sino en la práctica a cualquier forma de asociación entre adultos que logre reunir suficiente presión política sobre los cuerpos legislativos en los distintos países. Los grandes afectados por ese estado de cosas son, por supuesto, los niños.

Además, la mentalidad de anticoncepción a toda costa termina viendo en el niño a un enemigo, o en todo caso, como un obstáculo para una mentalidad que queda marcada por el disfrute a tope y a toda costa. No es raro que la anticoncepción frustrada, se le considere una fuente de “malestar mental” que automáticamente justifica el aborto.

Además, la idea misma de que el embarazo se puede controlar a base de anticoncepción artificial resulta contradicha por las estadísticas. Países con larga tradición de difusión de anticonceptivos y programas de supuesta “educación sexual” siguen teniendo tasas altísimas de aborto. De hecho, aborto y anticoncepción siguen creciendo más bien en paralelo.

En contra de la Humanae Vitae:

La idea de la ley natural se olvida de que es “natural” en el ser humano el uso de su razón. Si la investigación científica provee medios idóneos y seguros para la planificación de los nacimientos eso no puede llamarse antinatural.

Desde un punto de vista práctico, es grave para la Iglesia seguir manteniendo una doctrina que nadie obedece y que no pocos sacerdotes, más o menos en privado, desobedecen. Eso da un aspecto de hipocresía a la Iglesia misma, la hace irrelevante para un porcentaje inmenso de personas–sobre todo jóvenes–, y en últimas es irresponsable ante la propagación de enfermedades como el SIDA, o ante la multiplicación de nacimientos en países de extrema pobreza.

Además, las campañas de educación sexual tienen que extenderse mucho más, porque, al contrario de lo que se piensa, el tabú sexual sigue en pie en muchos lugares y en franjas enteras de la población. Lo que hay que hacer es extender la conciencia de los métodos de anticoncepción, de modo que la gente los tenga disponibles oportunamente y los sepa usar. Lo demás quedará para discusiones de curia.

En contra de los que así refutan la Humanae Vitae:

El sólo uso de la razón no garantiza la humanidad ni la moralidad de una acción. Bastante inteligencia y estudio se requirió para planear la muerte sistemática de millones en la Segunda Guerra Mundial. El recurso a la ciencia no valida la intención. De hecho, el tipo de reflexión que esclarece la intención va más allá de la ciencia, porque supone preguntas sobre primeros principios y fines últimos–lo cual pertenece más bien al dominio de la filosofía y la teología.

En cuanto a la incoherencia, ello tampoco es argumento, ni debe tomarse como verdadero objeción. Si todos los días hay miles de personas que manejan embriagadas eso no hace bueno conducir bajo le efecto del licor. ¿Qué es vencer la hipocresía? ¿Empezar a decir: “como en este país mucha gente miente, hagamos legal la mentira? ¿Algo así como taparnos todos con la misma cobija?

La historia de la humanidad cuenta cuán difícil es superar aquello que resulta deleitable, aunque haga daño. El adulterio, la esclavitud, la prostitución, el consumo del opio han existido y siguen existiendo no porque hablen de aquello que es grande y noble sino porque aprisionan en las ventajas y placeres que producen en algunos, a precio de humillar y destruir a ellos mismos o a otros. Lo único consecuente y humano en tales circunstancias es insistir, educar, perseverar en la brecha. Es responsabilidad de los gobiernos buscar ese mismo bien para todos sus ciudadanos.

Y es verdad: la Iglesia puede parecer irrelevante cuando su mensaje no es oído, pero la manera de ser relevante no es ciertamente volverse innecesaria. ¿De qué sirve una Iglesia cuyo único papel es aplaudir y consagrar como bueno lo que la gente haga, y plegarse a lo “políticamente correcto”?

La acusación de irresponsabilidad es bastante inconsecuente con las cifras sobre campañas tipo “sexo seguro.” Tales campañas animan a jóvenes cada vez más jóvenes, a embarcarse en una serie de experiencias que multiplican la promiscuidad y que no pueden asegurar que ellos seguirán las indicaciones e instrucciones que habría que tener en cuenta para evitar contagios o embarazos no deseados. El hecho es que cualquier intercambio de humedad relacionada con los órganos sexuales es potencial transmisora de microorganismos y embarazos. Ahora bien, es irreal (e irresponsable) suponer que jóvenes hipertrofiados en su ansia de placer van a tener la cabeza fría requerida para seguir las instrucciones que un simple preservativo implica en términos de control real y total de la humedad de ambos. Lo otro es producir esterilizaciones temporales o definitivas, a base de alterar completamente la química del cuerpo de la mujer. Pero, ¿es eso otra cosa que ingeniería social llevada a su peor extremo? ¿No es la peor ironía que la mujer que sólo quiere comida orgánica y sin preservantes, luego acepte una bomba de hormonas, en forma de pastillas o parches, para alterar todo su ser y hacerlo estéril por un tiempo o para siempre? Y cuando esas formas de esterilidad y alteraciones bioquímicas producen daño permanente en la capacidad de concebir, ¿qué responsabilidad asumen los que quieren incluirnos en sus campañas?

Además, detrás de la esterilización masiva, sea temporal o total, de los pueblos empobrecidos hay una mentalidad que no alcanza a disfrazar el egoísmo de naciones enteras. Es más fácil esterilizar que ofrecer soluciones de fondo a problemas como la distribución de la riqueza, la desigualdad de oportunidades, y las migraciones masivas que la misma pobreza ocasiona. No son los recursos escasos, sino la escasez de solidaridad lo que condena a pueblos completos a una vida inhumana. Para el capitalismo salvaje la solución es sencilla: “empezamos por regalar algunos anticonceptivos, y así abrimos otro mercado más entre ellos.”

No puede negarse además que el uso habitual de anticonceptivos a discreción propicia una mentalidad de la pura satisfacción individual, precisamente porque se sabe que no vendrá el tiempo de las responsabilidades. Ese sexo-entretenimiento, ese sexo-juguete es en sí mismo una invitación a experimentar todo tipo de variaciones, incluyendo en algún momento, variar de pareja. Si hay tensiones con la esposa, o si ya no parece tan atrayente, tener sexo estéril y sin consecuencias con alguna otra mujer parece lo adecuado para entretenerse un poco y distraer el problema sin tener uno que admitir culpas o preocuparse demasiado por los dramas de la pareja.

Por el contrario, Humanae Vitae es una invitación profunda a una sexualidad que merezca el título de “humana,” y por ello mismo: responsable, sustentada por un diálogo de sinceridad, basada en relaciones globales de solidaridad y atención a la vida más frágil.

Fr. Nelson Medina, O.P.