117. Volver a Comenzar

117.1. En el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

117.2. Los bienes más grandes, hablando a la manera natural, vienen de lo alto. La luz te baña desde lo alto, la lluvia cae de lo alto, y cuando eras pequeño, de lo alto venía aquella voz que te traía la paz y aquellos brazos que fueron tu primera experiencia de “salvación.”

117.3. Descubrir, pues, a la altura como referencia de vida, de fuerza y de salvación no es arduo, y por ello en todas partes del mundo levantar los ojos ha sido un signo muy común para expresar la búsqueda del auxilio divino. Más tiempo, en cambio, se requiere para descubrir las riquezas del suelo. Suena a cosa trivial pero es el suelo quien te da la primera referencia del límite en los males. De niño viste cómo los objetos caían, y eventualmente se lastimaban, pero alcanzaban una frontera última, precisamente el suelo.

117.4. Del suelo has aprendido también qué significa “firmeza.” Desde las rocas se levantan las casas y edificios, morada de los hombres. El suelo te ha enseñando también que hay algo que permanece y te sostiene cuando tú reposas, pues al dormir te entregas a la firmeza de tu lecho y confías en que al despertar encontrarás el mundo que dejaste al dormir.

117.5. El suelo te habló también de territorios. Pronto aprendiste que tus pasos podían moverte a muchos lugares pero que no todos estaban permitidos para ti. Así descubriste que eras libre pero no omnipotente. En breve tus ojos tuvieron que ver cómo detrás de la historia de cada frontera suele haber una amenaza, y detrás de cada amenaza, un egoísmo. Así el suelo te mostró la primera y más cruda realidad de tus hermanos los hombres: hay barreras en sus almas y por eso hay barreras en su tierra.

117.6. El suelo te enseñó también a vivir entre milagros y prodigios. ¡Del suelo brota la vida, milagro supremo del mundo natural! Viste cómo la semilla se perdía en la negrura del terrón indiferente, y cómo de allí brotaba con fuerza incontenible, una y otra vez, la vida, el color, el perfume, el sabor, y nuevas semillas para nueva vida, color, flor y fruto.

117.7. La tierra entonces se te asemejó a una inmensa mamá, fecunda hasta la hipérbole, capaz de recoger los despojos de sus hijos, ya cadáveres, y de engendrar sin embargo con exuberante multiplicación y pasmosa humildad. La tierra es tan grande ante tus ojos, de tal modo profusa en riquezas y misterios, que tu mente, como ebria ante tanta generosidad, tuvo que rendirse y admitir con sencillez que la vida tuya no alcanzaba para siquiera recorrer la casa que el amor de Dios te dio.

117.8. Aunque la tierra tiene ruidos, carece de palabras. El día que entendiste esto también entendiste que de algún modo tú eres la palabra de todo ese discurso cuyos renglones son las llanuras, los valles, las mieses, los témpanos helados y los vastos océanos. Sí: tú y tus hermanos los hombres sois la inteligibilidad de todo ese universo visible; sois la gramática de esa polifonía que avasalla con su esplendor, su abundancia y su belleza.

117.9. Y sin embargo, ni tú ni tus hermanos sois la razón última de esa obra monumental. En el libro de ese portentoso e incesante espectáculo hay tarea para vosotros. El Autor ha querido que vuestras voces tengan su parte y vuestras manos no estén ociosas. Hay una tarea, porque hay un llamado. ¡Oh misericordia infinita del Dios tres veces Santo! ¡Aquel que todo trasciende ha dejado oír su voz en lo recóndito de tu pequeño corazón, y desde allí te llama, porque no ha querido para ti menor destino que su amor encendido, Casa Celeste que en todo supera a la naturaleza que te asombra y que humilla tu inteligencia!

117.10. Mira ese cielo y ese suelo. Oye la voz de Dios. Quebranta en llanto la sordera de tu corazón y rompe el cerco de dureza indiferente que pretende acorralarte. Eres niño. Ante estos misterios eres niño. La escuela más grande y más competente no está delante de ti, sino a tus espaldas, en el parvulario y el jardín de niños. Necesitas volver a comenzar, sólo que esta vez Dios ha querido empezar, también Él, a tu lado. Esta noche dale un abrazo a Dios-Bebé.