Ejercicios sobre el perdón, 24

Curación de los Sentimientos Negativos
1Ts 5,23-24

Buen PastorDespués de haber reflexionado sobre la misericordia del Padre, de Jesús, vamos a reflexionar sobre un tema fundamental para nuestra vida, y que brota de la misericordia de Dios, la curación o sanación de toda la persona. En efecto, el odio, los rencores y otros sentimientos dañinos, de los cuales ya hemos hablado, son enfermedades del alma y del espíritu con un gran poder para debilitar el vigor del cuerpo con una cantidad de enfermedades, pero que se pueden sanar.

El Señor Jesús, al encarnarse, ha querido venir a sanarnos de todas nuestras enfermedades y dolencias del cuerpo, del alma y del espíritu. Ordinariamente asociamos la curación con médicos, curanderos, medicamentos y otras ayudas. Pero, sin dejar a un lado a éstos, Jesús asocia la curación con la fe y el amor, y con la proclamación de la Buena Nueva. Los tesoros de fe y amor, que el Señor ha puesto en nuestro corazón, crecen tanto más cuanto más se comparten. Interesarnos por los que sufren, orar por los enfermos y con ellos, es un modo muy práctico de proclamar nuestra fe y expresar nuestro amor, orando por los enfermos y con ellos.

Antropología bíblica.: La Biblia nos presenta al hombre como un ser esencialmente relacionado con Dios, con sus semejantes y con toda la creación. Y esto, porque el hombre es relación, y la calidad de su vida, su crecimiento, su éxito o su fracaso, su felicidad o su frustración depende de cómo viva esas relaciones. Nuestro concepto del hombre, compuesto de cuerpo y alma, es de origen griego. Para la Biblia el hombre es un ser compuesto de cuerpo, alma y espíritu. Tres dimensiones que funcionan como un todo: “que todo su ser, cuerpo, alma y espíritu, se conserven sin mancha hasta la venida de nuestro Señor Jesucristo” (1Ts 5,23). Veamos cada una:

Las tres dimensiones esenciales del hombre: Dimensión física: el hombre tiene un cuerpo material (soma) animado, visible, bien organizado, con sus peculiaridades, incluida su debilidad y caducidad por ser un cuerpo material, pero que puede ser habitado por el ES, y destinado a la resurrección (cf. 1Cor 15, 39-44).

Dimensión psicológica: el hombre tiene, también, alma espiritual (psijè), principio que anima el cuerpo, dando al ser humano su dimensión psicológica, con sus peculiares formas de expresión, tan complejas y, a veces, tan desconcertantes.

Dimensión espiritual: el hombre es, finalmente, espíritu inmortal (pneuma), soporte sobrenatural, que hace de él un ser inteligente, responsable, libre, semejante a Dios. El corazón se considera como la sede por excelencia del espíritu; por tanto, como el centro más profundo de la persona, su conciencia, donde se toman las decisiones, donde uno responde o resiste a la llamada de Dios. Forma la parte sobrenatural del hombre, que le da capacidad de relacionarse con Dios. La calidad del corazón decide el curso y la calidad de la vida de cada uno; el cuerpo, animado, bien organizado, con su vigor y su debilidad está habitado por el alma y el espíritu y destinado a la resurrección.

Les invito a que aprendamos a hacer una terapia especial, para que podamos utilizarla en nuestras enfermedades de cuerpo, alma y espíritu. Así como se da la “helioterapia”, tratamiento de sol, aprendamos a hacer la “pneumaterapia”, tratamiento de ES. Vamos a exponernos al Sol espiritual que es el ES para que nos regale una sanación de todo nuestro ser: mente, espíritu y cuerpo.

Jesús se hizo hombre para sanar al hombre en su totalidad: en su espíritu, su corazón, su mente, memoria y afectividad, en su cuerpo, en sus relaciones con Dios y con los demás. Jesús quiere sanar a todo el hombre, al hombre en todos sus componentes. Es interesante el objetivo de la medicina “holística”: no solo toma en cuenta el órgano enfermo, sino a la persona entera, del griego “holos”= entero. No se contenta con sanar una infección en la pierna, sino que toma en cuenta el resto del cuerpo, toda la persona. Por sanar la infección podría prescribirse un medicamento demasiado fuerte que podría dañar el corazón, el estómago.

Así es que actúa el ES. No quiere sanar la infección de un dedo sin sanar el corazón. Como el ES quiere sanar a todo el hombre, necesitamos saber de qué está formado el hombre y qué debe ser sanado en él. La Biblia nos presenta una visión del hombre, una antropología sencilla, pero profunda, nos presenta al hombre compuesto de tres dimensiones.

Enfermedades, causas, remedios: Es importante que conozcamos los diversos tipos de enfermedad que aquejan al ser humano así como sus causas, y los remedios que el Señor ha puesto en nuestras manos. Podemos distinguir varios tipos de enfermedad y sus posibles causas. Como remedios para esas enfermedades encontramos un remedio natural, más o menos eficaz; una ayuda de Dios para su curación, a través de la oración o intercesión; otras personas van tras poderes ocultos, obtenidos por medios oscuros, abusando de la bendición de Dios . En este caso la ruina es inevitable. Todo el que tenga fe y amor puede orar pidiendo la curación para sí o para otros. Los Sacramentos son, así mismo, fuente de sanación, pues ahí está Jesús, para quien no hay ninguna enfermedad imposible de curar.

Enfermedades psíquicas o emocionales: Su causa es el rechazo, la falta de amor, el fracaso en las relaciones humanas, por odios, rencores, resentimientos. Una enfermedad terrible hoy es la incredulidad, que es una atrofia mental. La Psiquiatría moderna intenta remediar este tipo de enfermedades. La intercesión o la oración por perdón, por sanación de recuerdos, por sanación interior va mucho más allá de la Psiquiatría. Los Sacramentos de la Eucaristía y de la Reconciliación, administrados en clima de amor y de fiesta, contribuyen eficazmente a la sanación.

Enfermedades espirituales: Su causa es el pecado o desorden espiritual: el rechazo del amor y amistad de Dios, o de su plan de salvación. Una enfermedad terrible del espíritu es la idolatría, que consiste en darle a la criatura el lugar del Creador: “habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios ni le dieron gracias, antes bien se ofuscaron en sus razonamientos y su insensato corazón se entenebreció” (Rm 1,21). La insensatés o necedad es la verdadera enfermedad de nuestro espíritu. Hoy se está difundiendo rapidísimamente otra enfermedad del espíritu llamada superstición o esoterismo. Para superar esta enfermedad se necesita la conversión, que se puede impetrar del Señor. El Sacramento de la Reconciliación transforma al pecador arrepentido en hijo de Dios en gracia, y ayuda a preservar la salud espiritual. También los otros Sacramentos son fuente de salud espiritual

Enfermedades físicas: Son causadas por infecciones, dieta inadecuada, desorden en las comidas o bebidas, accidentes, stress, depresiones. La medicina moderna, acupuntura y otras, ha progresado con éxito controlando este tipo de enfermedades del cuerpo. La oración hecha con fe y amor contribuyen a una más profunda y completa curación. El Sacramento de la Unción de los enfermos está ordenado a la sanción corporal, lo mismo que los otros Sacramentos.

Enfermedades psicosomáticas: Se dan, también, enfermedades físicas debidas, principalmente, a estados mentales o emocionales. Un odio, una depresión, rechazos, etc. producen cáncer, asma y otros. Estas enfermedades son campo especial para la Psiquiatría. La oración con fe y amor y la oración por sanación de recuerdos ayudan a remediarlas, lo mismo que los Sacramentos de la Eucaristía y Reconciliación.

El Señor sana cualquier enfermedad: El ES sana el corazón de hombres y mujeres, sana los matrimonios, las parejas, sana a quien se lo pide, especialmente del desamor. Pero hay que pedirle este regalo. Una pareja hablando con el sacerdote le decía: “estábamos a punto de separarnos; habíamos visto ya tres veces a un abogado. Cada vez que entrábamos a su despacho discutíamos muy fuerte. No podíamos soportarnos más. Ya estaba listo el divorcio. Pero, un día me llevó a un encuentro de oración y allí, no se cómo, orando sentí un fuego en mi corazón, que era de piedra. ¡Sentí que se estaba quebrando! Al regresar a mi casa, desperté a mi esposa, la abracé y le dije: ¿sabes una cosa? Te amo, te amo. Ella me miró desconcertada y me dijo: ¿te has vuelto loco? Por mi parte, llevé a mi esposa a un encuentro de oración en el Espíritu y actualmente los dos amamos un grupo de oración. Y agregó nuestro buen hombre: hoy tiemblo tan sólo pensar que estuve a punto de perder a mi esposa, a mis hijos y nietos que son mi alegría. ¡Pude haberme privado de ellos toda mi vida y el Señor, me regresó todo, todo”.

Entregarnos a Jesús: El Señor nos enseña a hacer uso de todos los medios a nuestro alcance para bien de los hombres. Jesús entró en la sinagoga de Nazaret y dijo: “el Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido. Me ha enviado a anunciar a los pobres la Buen Nueva, a proclamar la liberación a los cautivos y dar vista a los ciegos, a dar libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor” (Lc 4,16-22). Dentro de mí, de tí hay un pobre, un cautivo, un ciego, un oprimido. Jesús me invita: coloca todo en mis manos amorosas para liberarte. Con Jesús Salvador en nosotros no es posible pensar en odios, venganzas, rencores; solo en perdón y en gracia. Pues el Señor no tiene otra ley que la del amor; a través de su Iglesia, de sus discípulos, de la oración continúa su misión sanadora y liberadora, misión de amor, de perdón, de sanación y liberación.

Cada sanación, sea del espíritu, del alma o del cuerpo es una demostración del Poder de Dios, que anuncia

La liberación para su pueblo. Nuestra sociedad actual, cargada de tensiones y conflictos internos, el Señor muestra su poder y su amor cada vez más a través de la sanción interior o exterior con la oración en fe.