76. La Iglesia peregrina en el futuro

Mirada de Jesús

76.1. En el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

76.2. La constancia misma que Dios te ha regalado en la consignación de estas palabras es una señal que no debes desdeñar. Ningún proyecto estrictamente tuyo de esta naturaleza alcanzó ni la mitad de lo que ahora puedes ver que hemos hecho. Es motivo para que le des gracias a Dios, porque, has de creerme, esto que tú estás viviendo, aunque parezca excepcional en este momento, en cierto sentido tendría que ser la vida normal y común de la Iglesia Peregrina. ¿No es normal y común que, si un mismo Dios nos ha creado y nos ha comunicado su gracia, nos gocemos en alabarle a una voz y en todo procuremos unirnos más y más a su amor inconmensurable?

76.3. Hoy te invito a que medites en la Iglesia Peregrina del futuro. Más que nuevas estructuras, es un nuevo amor lo que deberá sellar a esa Iglesia. Será más neta la diferencia entre creer y no creer, y por eso, lo mismo que una generación de santos está ya casi a las puertas, muy próximos están también hombres y mujeres de profunda altanería, expertos en blasfemar, de los cuales habló Judas Tadeo: «Son impíos, que conviertan en libertinaje la gracia de nuestro Dios y niegan al único Dueño y Señor nuestro Jesucristo. Igualmente éstos, a pesar de todo, alucinados en sus delirios, manchan la carne, desprecian al Señorío e injurian a las Glorias. En cambio el Arcángel Miguel, cuando altercaba con el diablo disputándose el cuerpo de Moisés, no se atrevió a pronunciar contra él juicio injurioso, sino que dijo: “Que te castigue el Señor.” Estos son unos murmuradores, descontentos de su suerte, que viven según sus pasiones, cuya boca dice palabras altisonantes, que adulan por interés. A unos, a los que vacilan, tratad de convencerlos; a otros, tratad de salvarlos arrancándolos del fuego; y a otros mostradles misericordia con cautela, odiando incluso la túnica manchada por su carne» (Judas 4.8-9.16.22-23).

76.4. No debéis temer esos tiempos ni cualesquiera otros, pues Dios nunca declina su potestad ni otorga a otro su gloria (Is 42,8). Él, Sereno Emperador de toda la tierra, gobierna con firmeza y suavidad, con sabiduría y misericordia, con poder compasivo y altos designios, y a ti no te corresponde ni desconocer su voluntad ni pretender hurgar en ella.

76.5. Has de saber y conocer lo suficiente para amar y para obedecer con todo lo que tú eres, es decir, también con tu inteligencia, mas no en el sentido de que sea ella la que pretenda erigirse como emperatriz, sino con ella en cuanto sierva que recibe de las manos de su señora (Sal 123,2), a saber de la fe divina cuya fuente está en el mismo Dios.

76.6. Así humilló Cristo el entendimiento de los que, abundando más en curiosidad que en amor y obediencia, le querían preguntar sobre las postrimerías de la Historia humana: «Mas de aquel día y hora, nadie sabe nada, ni los Ángeles de los Cielos, ni el Hijo, sino sólo el Padre» (Mt 24,36). En efecto, su propio entendimiento, sumiso a la voluntad del Padre, crecía en sabiduría (Lc 2,40.52), de modo que cuando dijo estas palabras no exageraba ni mentía, sino que hablaba de lo que no sabía, aunque después, incluso en su inteligencia de hombre habría de saber. Así mostró con su propio ejemplo que vale más buscar la voluntad de Dios siguiéndola que hurgándola.

76.7. La Iglesia Peregrina tendrá que vivir con ese pan como alimento diario. Dios creará comunidades que experimentarán con tanta fuerza el alimento espiritual de cada día, que sus pensamientos navegarán como dentro de Dios, y de ellos podrá decirse que están más en el Cielo que en la tierra. Algunos de entre ellos realizarán prodigios maravillosos, y será el sello de su origen aquella humildad que caracterizó a Moisés (Núm 12,3) y la firme proclamación de que sólo el Dios de la Pascua de Cristo es Dios verdadero.

76.8. Se poblarán los nuevos desiertos con nuevos anacoretas, y los yermos de estos tiempos futuros estarán habitados por nuevos ermitaños: hombres y mujeres de sólido criterio e inquebrantable unión con toda la Iglesia. Hacia ellos, como ya pasó en siglos pasados, vendrán las turbas del mundo, hastiadas de sus propias mentiras y hambrientas de una verdad estable y firme. Entonces se darán grandes sanaciones y masivas conversiones, pero también habrá terribles apostasías y dolorosos sacrilegios.

76.9. De lo que sigue no debo hablarte aún. Mas ya sabes que tu paz tiene raíz más honda que mis palabras, y que toda palabra de Ángel o de hombre, pues su fundamento es el mismo Dios.

76.10. Deja que te invite a la alegría. Dios te ama; su amor es eterno.