74. El Misterio de la Comunión

Cáliz y Trigo74.1. En el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

74.2. Comulgar es llegar a ser uno, no por vía de disolución en una mezcla, ni por vía de anulación del más pequeño, ni por vía de imposición del más grande, ni por vía de negociación entre los intereses de ambos, ni por vía de provecho común o intereses semejantes, ni por vía de alternancia en el poder o en el provecho.

74.3. Comulgar es llegar a ser uno, no sólo en los pensamientos, ni sólo en los proyectos, ni sólo en los recuerdos, ni sólo en las posibilidades o esperanzas, sino en las raíces mismas del ser. Por eso, en rigor de términos, dos creaturas no pueden comulgar la una con la otra: sólo es posible comulgar con Dios, si bien es cierto, que en Dios es posible comulgar con todos los que son uno en Dios.

74.4. Comulgar implica tener la misma vida. Los amigos que comparten un triunfo largamente deseado y luchado; los enamorados que a un tiempo descubren que es más grande la alegría de hacer feliz al otro porque es amado; la madre que contempla a su hijo y sin decirle nada le acaricia la cabeza y sin una palabra todo lo entiende; las lágrimas unánimes de la Iglesia, cuando despide el cuerpo exánime del Papa, todas estas son experiencias humanas muy hondas en el sentido de la comunión. Y sin embargo, en ninguna de ellas se cumple plenamente que se tenga una misma vida.

74.5. El misterio de la comunión sólo es posible cuando la Vida se hace Don. Si no fuera vida, no habría comunión sino simple solidaridad; pero si no se hiciera don, como perdiéndose en aquel que la recibe, tampoco habría comunión sino simple ejemplo. Este es un camino muy fecundo para meditar en la realidad personal del Espíritu Santo, alma de toda comunión.

74.6. En efecto, nada puedes sentir más tuyo que tu vida. Por algo tantos pensadores han hecho de la vida, filosóficamente considerada, algo así como el universo o marco último de referencia para todo lo que puede pensarse, desearse o situarse. En este sentido, tu vida es el lugar de encuentro entre la fuente de toda vida, que es Dios, y tú mismo. Aún en el caso espantoso de la vida anulada o cercenada sigue siendo cierto que la donación de la vida es un acto personal —de hecho, el acto más personal que pueda predicarse de una creatura racional—. Este acto nada ni nadie puede suplantarlo en ti.

74.7. Es evidente que nadie puede hacer que te dones, pues donarte es el acto por el cual dispones del modo más radical de ti mismo. Si alguien pudiera hacer que te donaras, estaría anulando tu ser de creatura, es decir, estaría devolviendo el acto por el cual Dios te creó. Y si ese alguien pretende impedir que tú te dones, no está entonces haciendo que te dones, sino impidiendo que lo hagas. Por eso te digo: el acto más propia y radicalmente tuyo es donarte.

74.8. Ahora bien, Dios sí puede hacer que te dones, porque al obrar en ti no anula sino que perfecciona su propio acto creador. En efecto, si al crearte quiso para ti un fin, que no es otro sino la comunión con Él, y luego Él mismo te aproxima a ese fin haciendo que tu voluntad quiera con algo de la intensidad de su Divina Voluntad y que tu mente comprenda con algo de la luz de su Divina Sabiduría, tal cosa no anula su acto creador, sino que lo embellece, potencia y plenifica.

74.9. Es así como llega el Espíritu Santo a tu alma, y como creándote, sin suprimirte te hace obrar con libertad, según su libertad, que tiende irresistiblemente al Amor inconmensurable que es Él mismo, en la comunión del Padre y el Hijo. Cuando tal cosa sucede, esto es, cuando estás en estado de gracia, hay una sola vida y hay verdadera comunión. Por eso te decía en otra ocasión que toda comunión es alimento espiritual, y ahora te digo que cada vez que el Espíritu te alimenta haces la voluntad del Padre (Jn 4,34) y realmente comulgas.

74.10. Y de suyo podría bastar esta comunión, independientemente de cualquier señal visible, como es la Hostia Consagrada, pero quiso Nuestro Señor Jesucristo que hubiera también esa señal perpetua en la Iglesia entre otras razones para que fuera siempre claro que el señorío divino en la obra de la restauración y redención de todas las cosas no es ajeno a lo corpóreo, pues un único y solo Dios es autor y creador de todo lo visible y lo invisible.

74.11. Con estos pensamientos implora de Dios la gracia, vive en comunión con Él, y comulga con mayor frecuencia y mayor fruto. Deja que te invite a la alegría. Dios te ama; su amor es eterno.