Por qué hay que oponerse a la pena de muerte para Saddam Hussein

La extrema crueldad y la fría planificación de sus crímenes horroriza el alma. Estamos ante un hombre que impedía a los parientes hacer luto por un fallecido pues el luto por un enemigo del gobierno era considerado una señal de rebelión contra el gobierno, y por lo tanto podía ser castigado con cárcel, tortura o lo que considerara el tirano. Decenas de fosas sin nombre, que sólo aparecerán con los años, contienen el testimonio de una sevicia sistemática que en su silencio grita clamando justicia. Todos los errores de los Estados Unidos en esta guerra no pueden hacernos equivocar en una cosa: Hussein pertenece al tenebroso club de los déspotas ávidos de sangre humana; es uno de esos seres que desafían el sentido de la palabra “humanidad.”

Y sin embargo, es inoportuno y torpe condenarlo a muerte. Me siento orgulloso de mi Iglesia Católica que pronto se ha pronunciado para decir palabras como estas: “no se pude pagar un crimen con otro crimen.” Por boca del Cardenal Renato Martino, Presidente del Pontificio Consejo Justicia y Paz, quien evocó la enseñanza de Juan Pablo II al respecto, nuestra Iglesia ha recordado que las sociedades actuales cuentan con los medios para evitar que un convicto vuelva a delinquir y “no hay necesidad de la pena capital”.

Pero además de las razones teológicas y éticas en contra de la pena de muerte hay numerosas razones prácticas que hablan en su contra. He aquí lo que sucederá si el derrocado presidente de Iraq es ejecutado.

  • Saddam Hussein se convertirá en un emblema, una especie de mártir para sus seguidores y compatriotas. Su rostro aparecerá en numerosas pancartas y decenas o centenares de correligionarios jurarán vengar esa sangre.
  • Ya hay dudas sobre el sistema judicial iraquí, que ha mostrado vacilaciones y errores de procedimiento. Surgirán teorías de un juicio amañado y la presencia institucional del Estado como tal quedará en desprestigio. Mírese lo sucedido con la prisión de Abu Grahib: es tal la ineficiencia y corrupción del sistema carcelario iraquí que ya hay gente suspirando para que esa prisión vuelva a manos norteamericanas (sí, después de ver las fotos, y todo).
  • Saddam no será ejecutado en solitario. Su hermano ha sido condenado a muerte, y presumiblemente seguirán otros del antiguo régimen. ¿Hacia dónde va eso? Correcto: caza de brujas.
  • Por supuesto, no hay ninguna probabilidad de que la ejecución de Saddam traiga paz, reconciliación o mejore de alguna manera la espantosa situación cotidiana de Bagdad y de tantas otras ciudades de Iraq.
  • Tampoco parece que esto ayude en modo alguno a que el poder extranjero (norteamericano, mayormente) comience a ser visto como un bien para Iraq. Ya hay quienes dicen que este juicio no fue hecho por Iraq sino por EEUU, y sólo por razones favorables a la política de EEUU (la condena fue anunciada dos días antes de las elecciones legislativas de noviembre de 2006). La ejecución será el emblema de un poder que llega, juzga, condena y ejecuta. Incluso para quienes estén de acuerdo con el veredicto, el sabor general será: “Aquí está la bota de los EEUU en nuestro suelo.”
  • El gran mensaje de toda esta intervención debería ser la expansión de la democracia. ¿En qué ayuda a esa causa una ejecución que tiene todas las señales de una simple venganza? ¿No es venganza y venganza de la venganza lo que ha abundado en esos mismos países adonde se supone que se quiere llevar un mensaje de humanidad, racionalidad, libertad y democracia?