La Pelota de Letras (1)

Introducción

Andrés López es un fenómeno en el medio artístico, pero es mucho más que eso también. Su popularísima comedia, La Pelota de Letras, va en camino de convertirse en un clásico que retrata con humor e inteligencia un cierto esquema de las “generaciones” que conviven en la Colombia de principios del siglo XXI.

Yo había oído hablar de La Pelota de Letras, siempre en tono elogioso. Tanto cumplido para una obra cuyo propósito más obvio es hacer reír me parecía exagerado. Así estaban las cosas cuando, con motivo de mi último cumpleaños, recibí de regalo el DVD con una versión de más de tres horas. La primera impresión es que uno está frente a un trabajo original, profesional, con auténtico sabor colombiano y a la vez con gran proyección internacional. Tiene la opción de subtítulos en español o inglés.

Por lo menos en mi caso, debo admitir que tres horas de DVD me resultan muy pesadas, así que fui tomando a grandes sorbos, tres en total, la impresionante presentación de López, que hace gala de numerosas cualidades, todas de alto nivel: memoria prodigiosa, dicción perfecta, efectos de voz al mejor estilo de Lucho Navarro, gran expresión corporal, y mucho más. En síntesis, Andrés es actor, locutor, imitador de voces, cuentero, cantante y bailarín, todo ensamblado en el género “stand-up comedy.” La única palabra que se puede usar es éxito. La Pelota de Letras es un éxito artístico y comercial, que agota boletería y que ha sido descrito como “radiografía de la sociedad colombiana.”

El esquema es relativamente sencillo pero bastante enriquecido. Hay una generación W, que corresponde a los abuelos y papás, hasta 1968. A ella le siguen cronológicamente, en su orden, la “generación de la guayaba” (1968-1975), y luego las generaciones X (1975-1980), Y (1981-1992), Z (1993-2001) y AA; ésta última corresponde a los niños nacidos después del 11 de septiembre de 2001 hasta la actualidad, de modo que el esquema cubre realmente a todos. Y aunque todas las letras están en la pelota, esa pelota tiene su centro propio, como veremos.