Virgen de Nazareth

Nada falta a tu belleza,

Virgen de Nazareth:

en tus ojos, luz serena,

brillantes de pura fe;

tu boca, una rosa fresca,

que Dios se alegra de ver;

y en tu cuerpo de Doncella,

una casa para el Rey.

Nada falta a tu belleza,

Virgen de Nazareth,

que la sencilla pobreza

te libró del oropel,

y la humildad de una aldea

te hizo humilde también.

De gracia y de vida llena,

te miraba Dios crecer.

Nada falta a tu belleza,

Virgen de Nazareth.

No te faltarán riquezas,

porque el Señor es tu bien,

ni joyas o extrañas perlas

que no le gustan a él;

por otro motivo eres bella,

bellísima Virgen fiel.

Nada falta a tu belleza,

Virgen de Nazareth:

no faltó cielo a la tierra

en la noche de Belén,

ni te faltó fortaleza

al ver en Jerusalén

que el Hijo de tu pureza

moría al atardecer.

Nada falta a tu belleza,

Virgen de Nazareth.

Bella es la noticia cierta

que tú supiste creer:

que tu Hijo vive, Nazarena,

que tú eres Madre del Rey,

y que en el cielo eres Reina,

para estar siempre con él.

Amén.