Había una vez una niñita sentada en un parque…

Todos pasaban por su lado y nadie se detenía a preguntar que le ocurría. Vestida con un traje descolorido, zapatos rotos y sucios, la pequeña niña se quedaba sentada mirando a todo el mundo pasar. Nunca trataba de hablar, no dijo una palabra. Muchas personas pasaron, ninguno se detuvo.

Al día siguiente decidí volver al parque a ver si la pequeña estaba ahí. Si, ahí estaba. En el mismo lugar en el que estaba ayer. Con la misma mirada de tristeza en sus ojos. Me dirigí hacia ella y al acercarme noté que en su espalda había una joroba. Entonces me miró con una tristeza tan profunda que me rompió el alma. Me senté a su lado y sonriendo le dije: “hola”. La pequeña me miro sorprendida y con una voz muy baja respondió a mi saludo. Hablamos hasta que los últimos rayos de sol desaparecieron. Cuando solo quedábamos los dos y la oscuridad alrededor, le pregunté por qué estaba tan triste. La pequeña me miró y con lágrimas en los ojos dijo: “porque soy diferente”.

Respondí con una sonrisa: “lo eres”. Ella dijo aun más triste: “lo sé”. Le dije: “pequeña, ser diferente no es malo. Tu me recuerdas a un ángel, dulce e inocente”. Ella me miró, sonrió y por primera vez sus ojos brillaron con la luz de la alegría. Despacio se levantó y dijo: “¿es cierto lo que acabas de decir?” “si”, le respondí. “eres como un pequeño ángel guardián enviado para proteger a todos los que caminan por aquí”. Ella movió su cabeza afirmativamente y sonrió. Ante mis ojos algo maravilloso ocurrió. Su joroba se abrió y dos hermosas alas salieron de ahí.

Me miro sonriente y dijo: “soy tu ángel guardián”.

No sabia que decir. Ella dijo: “por primera vez pensaste en alguien más”

Me levanté y pregunté por qué nadie le había ayudado. Ella me miró y sonriendo dijo: “tu eras la única persona que podía verme”. Y ante mis ojos desapareció. Después de ese encuentro mi vida dio un giro de 180 grados….

Cuando pienses que solo te tienes a ti mismo, recuerda que tu ángel guardián esta siempre pendiente de ti