Octava Carta a Kejaritomene

Hermanos queridos,

Todavía tengo bien grabada en mi mente la sonrisa y la sorpresa que, ustedes en Bogotá y yo en Dublín, pudimos tener con nuestra teleconferencia. Verdaderamente fue una ocasión de mucha alegría y de mucho ánimo para mí porque al escuchar las voces y ver los rostros uno como que percibe con más fuerza la comunión espiritual que nos une. Considero que es una experiencia muy positiva que hemos de repetir pronto para bien de todos. Yo quisiera que fuera antes de Semana Santa.

Destaco el espíritu de generosidad de Amparito y la colaboración de Patricia, pero en realidad pienso que todos tuvimos que poner de nuestro esfuerzo, así como todos resultamos bendecidos. Lamento que algunos por distintas circunstancias, tal vez insalvables, no pudieron estar pero en todo caso los bienes de nuestra comunicación renovada se extenderán a todos, estoy seguro.

Hermanos, este es un tiempo para darnos prioridades. Sé muy bien que la distancia, la urgencia de otros grupos o apostolados, y también algunas dificultades internas han desanimado a algunos y de hecho no es pequeño el número de los que se han retirado. Les invito a mirar con paz y sin amargura este hecho, sin torturarnos demasiado pensando en qué fue lo que falló. Pienso que la vida es flexible, como me lo ha enseñado la vegetación en Irlanda. Cuando llega un ventarrón formidable, que puede alcanzar los 90 Km./h en la ciudad misma de Dublín, ¿cuáles son las ramas que quedan en los árboles? Las que sabe danzar con el viento mismo. Hay que saber estar adheridos con fuerza al tronco, pero también hay que tener la flexibilidad de aceptar las distintas circunstancias y los distintos caminos.

En nuestro caso, el tronco es ante todo nuestra Santa Iglesia. Permanecer sirviendo y amando en la Iglesia: ese sí es un ideal que debe llenarnos todos los días. Y sé muy bien que muchos de los hermanos y hermanas que se han retirado están sirviendo y amando en la Iglesia, sea en sus parroquias o en otros movimientos. Así que no perdamos la paz, hagamos con alegría nuestras tareas y oremos con amor por todos, porque todos necesitamos. Eso sí: que en cada Oratorio crezca siempre la paciencia y la capacidad de comunicarnos con sinceridad, con tacto y con amor, pensando todos en el bien de todos.

Por otra parte, hay tareas que hacer. No sólo las actividades normales de los Oratorios sino ahora la misión de evangelización permanente que se ha abierto, como un espacio magnífico, en la Parroquia de Nuestra Señora de Chiquinquirá. Gracias a Dios, Amparito ha asumido con alegría la bandera de ese apostolado y yo encarezco a todos los que puedan colaborar para que unan fuerzas y podamos ejercer en ese lugar nuestro carisma dominicano, que es carisma de predicación y de salvación de las almas. No nos preocupemos de ser muy “grandes” o “notables.” Preocupémonos de amar a cada persona que vaya a una charla, a cada persona que ingrese al grupo de oración, a cada persona que quiera pedir alguna oración o alguna ayuda. Es Dios quien da el crecimiento; a nosotros lo que nos corresponde es servir, perseverar y sembrar.

Más cosas quisiera decirles pero prefiero no cansar en este momento sino más bien prepararnos para nuestra segunda teleconferencia. Reciban por favor mi bendición y cuenten con la certeza de mi oración. Los recuerdo y los quiero mucho!

Fr. Nelson Medina, O.P.