Tipos de soledad

Cuando un sacerdote pronuncia la palabra “soledad,” un eco inmediato brota en la mente de muchos: “¡Ahí va otro que debería estar casado!” Creo que ese modo de pensar y hablar refleja una concepción simplista y probablemente irrespetuosa del matrimonio.

Hay muchos tipos de soledad, en efecto, y no todos los resuelve una pareja.

Por ejemplo, hoy quiero referirme a lo que yo llamaría la soledad moral. Es algo que vivimos por igual sacerdotes y laicos y que tiene que ver no con ser hombre o mujer sino con las convicciones que conservas. Apenas se te nota que no encajas en el río de lo políticamente correcto quedas convertido en un islote.

Es curioso, porque la “tolerancia” en que vivimos o queremos vivir, especialmente en los países Occidentales llamados “desarrollados,” debería tolerar las posiciones “conservadoras” pero no es así. Si tú no declaras expresamente que te da lo mismo que hay amores homosexuales que heterosexuales; si tú no proclamas que la fe es asunto privado, equivalente a la marca de ropa interior; si tú te atreves a hablar de un “bien” y un “mal” más allá del consenso… ¡ZAP! La bruja mala te convirtió en islote.

Yo por eso le tengo cariño a estos medios electrónicos. Creo que los “islotes” podemos encontrarnos no para arrinconar al mar sino para buscar un mundo que sea más saludable y menos presuntuoso; menos reservado a los sagaces y más apto para los niños, los débiles y los pobres.