Extraterrestres

Las noticias de los últimos días, que incluyen las declaraciones del presidente George Bush, son un gran mensaje de apoyo a la investigación espacial, sobre todo en lo que atañe a su dimensión más teórica, con lo que quiero decir: más relacionada con las grandes preguntas que no producen riqueza o beneficios inmediatos, como aquello de la vida en otros planetas.

Ya hemos visto que la noción bíblica de “tierra” no equivale a la noción moderna y científica de “planeta tierra”. De modo que la Biblia no hablaría de vida extraterrestre, pues la vida es propia de lo que la biblia llama tierra, sea que se encuentre en este planeta o en planetas distantes físicamente de este: eso no cambia la realidad teológica de Dios como creador, por ejemplo.

Eso demuestra que el hallazgo de vida en otra parte del universo (que en lenguaje de la Biblia seguiría siendo “tierra”) no afecta en sí mismo nada de la revelación bíblica.

Si eso no cambia, ¿habría alguna contradicción si nos referimos a vida inteligente, que implica: dotada de razón y voluntad?

Si hay voluntad, existe la posibilidad de vida moral, es decir, de acoger o rechazar el querer de Dios. Es posible entonces el pecado, para ese tipo de seres. De hecho, es lo sucedido con los ángeles: dotados como están de intelecto y de volición, pueden acoger o rechazar el querer divino. Llamamos “ángeles buenos” o sencillamente “ángeles” a quienes han aceptado el reinado de Dios en sí mismos y en la creación; llamamos “demonios” o “ángeles caídos” a los que rechazaron a Dios. Todo esto implica que donde entra el orden de la razón, o para ser más precisos: del intelecto, entra la capacidad de decisión, y por tanto, el orden de lo moral.

Si existen, entonces, creaturas visibles (porque los ángeles en principio no son visibles) tales que tengan uso de razón o capacidad de intelecto como tal, sería creaturas morales. La pregunta es: ¿y qué relación tendrían con el señorío de Cristo y con la redención traída por Cristo estos seres?

Sobre el señorío de Cristo, es claro que la Encarnación no disminuye ni cambia la naturaleza divina. Cristo, Dios en nuestra carne, es Dios de todos, y su señorío se extiende a todos, los visibles y los invisibles.

Sobre la redención merecida por Cristo en la Cruz, hay dos cosas.

Primero, es evidente que la Cruz está relacionada con “nosotros, y nuestra salvación”, como decimos en el credo. Por otro lado, también es claro en el Nuevo Testamento que la redención tiene una resonancia cósmica, porque todo fue hecho por Cristo y para Cristo (Col 1), y porque “la creación aguarda expectante la manifestación de los hijos de Dios” (Rom 8,19). Además, recordamos bien que Cristo dijo que “atraería a todos hacia sí” (Jn 12,32).

Según eso, cabe suponer que la oración de Cristo se extiende a toda creatura racional que quiera recibirla (los ángeles caídos han escogido no recibir nada que venga de Dios, por eso es imposible su redención). Si existe, pues, vida inteligente (y orden moral) en otros seres lejos de este planeta, y si ellos necesitan la redención, podrían recibirla en condiciones semejantes pero no idénticas a las nuestras. No podrían reconocer a Cristo como uno de los suyos, un ser humano, pero sí como alguien que desde la Cruz les ha amado y ha intercedido por su salvación. Un acto así, que hemos de llamar, un acto de fe, haría que nosotros los seres humanos pudiéramos, junto con ellos, reconocer y alabar el único señorío de Cristo Jesús. ¿se refería en algún sentido a esto el Señor cuando dijo “tengo otras ovejas que no son de este redil; a ésas también me es necesario traerlas, y oirán mi voz, y serán un rebaño con un solo pastor” (Jn 10,16)?

Sé que estos temas pueden parecer demasiado especulativos a algunas personas, pero no necesariamente a todas…

Y tenemos incluso que preguntar: ¿valdrían los sacramentos, o cuáles de ellos, para estos seres que acogen con fe la redención única realizada en la Cruz de Cristo? (Por comodidad, llamémoslos “extraterrestres”, aunque entendiendo el término según se ha explicado antes).

Mi respuesta, que quiere inspirarse en la teología sacramental de Tomás de Aquino, sería esta: sí, en cuanto ellos participen de nuestra propia naturaleza (humana).

Por ejemplo: el bautismo alude a nuestra corporalidad. Un ángel (bueno), que entonces recibe la gracia de Cristo, no necesita ni puede ser bautizado. Un extraterrestre sí podría serlo, una vez que ha acogido con fe la gracia del sacrificio redentor. La materia del sacramento, salvo imposibilidad absoluta, sería la misma nuestra: agua. Si ninguna forma de agua pudiera ser utilizada, habría que reconocer que la disimilitud de naturalezas impide el acceso a los mismos signos eficaces de gracia. Y lo mismo valdría para los demás sacramentos.

Por ejemplo, en el caso de la Divina Eucaristía habría que tomar en cuenta si la naturaleza de ellos es homóloga a la nuestra en el modo de sostener su vida.

Hay una excepción radical, sin embargo: el orden sagrado. Sólo el ser humano puede participar del sacerdocio de Aquel que “se hizo hombre y acampó entre nosotros” (Jn 1,14). Una especie viva, inteligente pro no del linaje de Adán, no podría recibir el sacramento del orden.

NOTA FINAL: En este género de pensamiento “de frontera”, así como en toda palabra que yo diga o escriba, desde ya y con gusto me someto al juicio definitivo de la Sede Apostólica en Roma, pues reconozco con fe y gratitud el magisterio del Sucesor de Pedro.