Mi compañero de estudios

Como resulta que no hay muchos hispanohablantes por estas tierras, uno tiene una alegría particular cuando resulta alguien con el idioma de Cervantes. Y es el hecho que hay un compañero, con el que compartimos dos materias, que es español: un religioso jesuita. Digamos, que para efectos de privacidad del implicado no diré su nombre real sino un seudónimo, Carlos.

Carlos fue ordenado sacerdote este año y es hombre de fe. Pero no voy a hablar de sus cualidades espirituales o hasta místicas, sino un poco de su manera de ser, que resulta bien graciosa en este contexto.

Don Carlos es refunfuñón; se queja de todo. Si hay mucha gente haciendo fila para almorzar, Carlos lo hará saber a todo el que le quiera oír. Si la lectura que nos dejaron esta semana es más larga que la de la semana pasada, ya sabemos quién protestará. Si un profesor (lecturer) da la misma bibliografía para más de una materia, hay alguien que lo notará y en el momento oportuno lo destacará.

Sin embargo de lo dicho, este mismo Carlos tiene una gran facilidad para hacer amigos, y uno puede preguntarse cómo es que alguien tan quejumbroso cae tan bien a tanta gente.

El secreto está en que los comentarios “quejumbrosos” conservan siempre una nota de gracia y de chiste; en realidad, no pretenden destruiir a nada ni a nadie. Además, al quejarse, como en el caso de la larga fila para almorzar, Carlos pone en voz alta lo que tal vez todos estamos pensando pero nadie dice. En sus lamentos uno oye lo que uno está sintiendo, y por eso, lejos de mirar a este joven jesuita como a un “amargado”, casi se le puede sentir embajador o representante.

Por otro lado, junto a ese estilo que ya vemos que es más “caricaturesco” que mordaz, Carlos ha cultivado el don de conversar con distintos tipos de personas. Se presenta siempre como alguien dispuesto a aprender, a apoyar y a no juzgar. Y esas tres cosas son quizá las más apetecidas en un entorno como el que compartimos.

Por mi parte, intento aprender, de Carlos y de todos. Trato de mirar la vida como un libro, para que los libros me hablen de la vida. Y me declaro alumno perpetuo del maravilloso arte de vivir.