Un poco de filosofía
en la red del Hombre Araña

Fr. Nelson Medina, O.P.

1. La ficción

2. El egoísmo destruye a quien le da posada

3. Poder y responsabilidad

4. El rostro del mal

5. Modos de amar

 

Spider-Man es un acontecimiento que involucra a millones de dólares y millones de personas (entre las que ya me cuento yo mismo). Los efectos especiales, el mercadeo espectacular, una banda sonora impactante y la alegría de ver triunfar el bien sobre el mal son algunos de los motivos de este indudable éxito. Así pues, la franja de "entretenimiento familiar" cuenta con un nuevo hito cinematográfico. Pero, ¿es todo lo que puede decirse? ¿Sólo hay "entretenimiento" en las acrobacias impresionantes de Peter Parker?

He pensado que vale la pena ir más allá. Una película como esta, así sea por el sólo hecho de atraer a multitudes en todos los continentes tiene que poder decirnos algo sobre qué es el ser humano, qué pretende, cómo sueña. Con esta intención en mente, pronto encontramos cuestiones nada triviales, que bien vale la pena compartir.

1. La ficción

Una primera pregunta, o conjunto de preguntas, nace en torno al hecho mismo de la ficción. ¿Qué es la ficción? ¿En qué se diferencia la simple mentira de la ficción? ¿Por qué son "interesantes" algunas cosas imposibles, y otras no?

Pienso que las ficciones "interesantes" tienen elementos en común. La analogía con una lupa puede ser útil. Una lupa destaca algunos aspectos de la realidad mientras nos limita para ver otros. Lo "interesante" depende entonces de con qué nos quedamos y qué pasa a segundo plano.

Tal es el papel de los "superhéroes". Volar, tener gran fuerza, no morir, ser resistente, ser ágil y permanecer fiel a sí mismo... son todas cosas que existen en algún grado en todos nosotros. La "lupa" de una ficción nos invita a fijar la atención en esas cualidades y, prescindiendo de detalles y de otros aspectos de la realidad, concentrarnos en: ¿qué pasaría si...?

Por eso la ficción no es simple mentira. Como diría X. Zubiri, es un "rodeo de irrealidad" que regresa después a la realidad misma. Es lo que sucede con los héroes: nos hacen ver de otro modo nuestra existencia.

Por ello estos rodeos de irrealidad son una fuerza de comprensión y un polo de condensación de energías sociales que de otra manera quedarían difusas y serían inútiles. Simon de Beauvoir lo dijo paladinamente, en arranque de viva sinceridad: "Me parecía que la tierra no hubiera sido habitable si no hubiese tenido a nadie a quien admirar".

La admiración ha sido llamada fuente de la filosofía y es, sin duda, principio de fuerza interior. Por eso necesitamos de héroes... y de santos.

2. El egoísmo destruye a quien le da posada

Una de las cosas atrayentes de esta película es que su protagonista es tan "normal" como puede serlo. Mas en esa "normalidad" las cosas no son triviales, porque trivialidad y normalidad no son sinónimos.

Parker quiere luchar por la atención y el amor de Mary Jane. Su rival en esta empresa es un tal Flash, un hombre pretencioso que tiene mucho a su favor, entre otras cosas, un auto propio. Peter se da cuenta de que necesita competir por el amor de Mary Jane en condiciones menos disímiles, y entonces busca, apoyándose en sus nuevos poderes arácnidos, la manera de conseguir dinero para ese automóvil que seguramente impresionará a su chica.

Así resulta metido en un ambiente sórdido de luchadores, donde logra victoria sobre un matón aterrador. El premio era de $ 3.000 dólares, pero el administrador de semejante "negocio" obra perversamente y pretende no darle a Parker más que 100 dólares, aduciendo disculpas estúpidas. Parker intenta explicar al administrador su pequeña historia, esto es, las razones de su urgencia de dinero, pero este truhán es insensible a las necesidades y propósitos de los demás y sólo le espeta el estribillo del egoísmo: «no tengo que resolver tus problemas».

Así las cosas, un atracador se alza con el dinero a mano armada y huye pasando al lado de Parker sin que este haga nada por impedirlo. El administrador del negocio le increpa: «¡hubieras podido detenerlo!», pero Peter Parker siente un dejo de placer en poder repetirle la frase clásica del egoísmo: «no tengo que resolver tus problemas».

Esta vez, sin embargo, la frase se vuelve en contra de nuestro protagonista. El mismo atracador que se alza con el dinero del administrador, se apodera del carro del tío de Parker después de asesinar miserablemente al buen hombre. Así, con dolor y lágrimas, el Hombre-Araña aprende algo muy importante: encerrarse en los propios intereses se vuelve al final contra uno mismo.

Un principio de vida social que podría reconstruir mucho en nuestras sociedades demasiado individualistas.

3. Poder y responsabilidad

La frase más importante de Spider-Man la dice su tío Ben: "un gran poder trae una gran responsabilidad". Sin lugar a dudas, es el mensaje moral de la cinta.

Es interesante ver que Peter Parker llega a asumir como propia la enseñanza del tío cuando el tío mismo muere. Y así una frase que podía quedar sepultada ente tantas otras, queda inesperadamente como testamento de un hombre que fue tan bueno como podía serlo, incluso sin muchas recompensas. Todo ello ayuda a que la enseñanza se imprima en el corazón de los espectadores.

Mas no es solamente el recuerdo cariñoso del buen tío Ben lo que convence al Hombre-Araña (y a nosotros, sus espectadores) de la verdad de la frase aquella. Pronto asoma una forma contraria de buscar y usar el poder, y en ese contraste se hace indispensable tomar una decisión.

El Duende Verde, un ser atormentado por el ansia de dominación, alcanza también poder, pero lo tiene sólo para sí mismo; frente a él, Spider-Man se ve casi "obligado" a comprender su propio poder de otra manera, a saber: proteger vidas, marcar una diferencia de "salvación" en la existencia de sus congéneres.

El Duende Verde personifica el poder sin responsabilidad; Spider-Man, el poder que se siente compelido a "responder", a ser responsable.

Y hay una razón humana para obrar así. Peter Parker ha conocido el amor; ha sido amado. Huérfano desde pequeño, sabe qué significa estar solo y descubrir de pronto una mano que se tiende y sostiene. Pobre y de barrio modesto, sabe que todos necesitamos ser escuchados y todos debemos tener derecho a soñar. Amante de la ciencia y del esfuerzo honrado, conoce el valor de una amistad sincera. Pero sobre todo, dulcemente prendado de Mary Jane, sabe que las personas valen, y merecen ser valoradas y protegidas.

4. El rostro del mal

El otro polo es Norman Osborn, que, dispuesto a apostarlo todo con tal de triunfar, modifica su propio organismo, induciéndose una especie de locura que le hace simplemente capaz de todo.

Así surge el Duende Verde, que no es otro sino Osborn en su dimensión de embriaguez de poder incontrolable. Si se miran bien las cosas, la filosofía del Duende Verde tiene nombre propio. Para él, no hay criterio alguno más allá de su propia decisión. Está "más allá del bien y del mal". Su norma es su deseo. Su alegría, arrebatadora y diabólica, es la carencia de todo límite y de toda consideración. Sólo sabe y puede asociarse a otros para acrecentar sus dividendos; se burla de toda compasión y piensa que es ridículo desgastarse por el más pequeño o más frágil.

Su método es el terror; su estilo, la violencia; su constante, la traición; su rostro, la doblez; sus palabras son mentira, o mejor: no se plantean el tema de la verdad.

Este modo de ser debería darle por lo menos gozo, pero en realidad Osborn se siente aprisionado en una marea de deseos que pasa por él pero que lo atraviesa a él. Siente que también él es un instrumento, una especie de "juguete" de algo o alguien que en la película se representa plásticamente con la horrenda máscara del Duende.

¿Qué es libertad, para este hombre espantosamente prisionero en el paroxismo de su autonomía sin barreras? Puesto en el resbaladero de su propio desear, termina por descubrir que más que tener deseos, éstos lo tienen a él. En una escena patética, por ejemplo, se habla a sí mismo y descubre que tiene que doblegarse ante una mitad de su propio ser, y ser entonces dolorosamente tirano y esclavo a la vez. ¿Y qué es mejor, ser amigo de sí por vía de las convicciones, o estar dividido y cargar con enemistad dentro de sí?

Osborn intenta desaparecer esa línea de división interior, pero, incapaz de luchar contra lo que ha idolatrado en toda su carrera (y su carrera ha sido su vida), se rinde ante "eso", ante "esa máscara" sin nombre y sin adentro, y decide consagrarse a destruir lo que se oponga afuera de él, aunque eso signifique ser destruido por lo que lleva adentro de sí.

No es una mala presentación, ni un mal resumen del mal y del maligno. Sobre todo si se piensa en que la soberbia, la malicia, el utilitarismo y al afán de venganza son sumamente contagiosos, al punto que Harry, el hijo de Norman Osborn, se despide de la película jurando odio.

5. Modos de amar

Desde la primera frase, el amor por Mary Jane atraviesa la película hasta su epílogo. Pero ese amor tiene etapas. De niños, Mary Jane es un "ángel" para Peter; de jóvenes, es su estrella inalcanzable y bellísima; mas a medida que la vida muestra su dureza con las acciones del Duende Verde, Peter avanza de un amor de posesión a un amor de protección. Por eso, el beso que ella le regala al final, y las palabras (¡tan esperadas!) en que le declara amor, adquieren un lugar distinto en el alma del joven héroe.

Siente que ya la ama tanto que no puede ser "solamente" su novio o esposo; necesita velar por ella, cuidarla, salvarla.

Es un rostro del amor que Parker asume no sin dolor. La traducción al castellano dice: "es mi don y mi maldición". Desafortunada en grado sumo esa palabra "maldición", que no sé si está en el original en inglés, pero algo nos permite intuir del desgarramiento interior que este muchacho siente cuando su corazón, para su propia sorpresa, resulta demasiado generoso. Ahora la ama tanto que... ¡ya no la tiene! Paradoja dura pero maravillosa, que eleva a Parker a un horizonte deservicio y de alegría que no podía presentir antes.

Se trata formalmente del amor oblativo. Aquel amor altísimo que sabe renunciar a sí mismo y a sus propios dividendos. ¿No se parece un poco o mucho al amor del misionero abnegado o al amor del verdadero pastor de almas? ¿No tiene un eco del amor de Cristo?

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