Terrorismo: Amenaza Imparable

 

Durante una serie de seminarios masivos de entrenamiento antiterrorista que se llevaron a cabo en Bangkok, Tailandia, a comienzos del mes de octubre de 2003, se le pidió a un grupo de 5 mil taxistas que miraran detenidamente una bolsa de palos de golf. En su interior, había un tubo de plástico y, dentro del tubo, un misil anti aéreo portátil. “Si no hubiera estado entrenado, no habría sabido cómo es un misil. Sólo los había visto en las películas”, dijo uno de los taximetreros. Sin embargo, para muchos gobiernos y expertos en seguridad de todo el mundo, la amenaza de los misiles portátiles no sólo no es un argumento de ficción. Todo lo contrario. Es demasiado real.

 

 “Entra en la categoría de los problemas difíciles que no tienen solución”, dijo Charles Peña, director de estudios de defensa del Cato Institute, una organización de investigación de Washington, EE.UU., de orientación ultraliberal. Las armas son relativamente baratas (se pueden conseguir modelos no muy sofisticados por menos de 10 mil dólares) y, además, hay muchas dando vueltas. “El misil ni siquiera tiene que dar en el blanco. Basta con que corra la noticia de que se disparó uno de estos proyectiles contra un avión para lograr un efecto catastrófico sobre la industria aeronáutica y, por ende, sobre toda la economía,” dijo Peña.

 

La cantidad exacta de misiles portátiles fuera del control de los gobiernos es imposible de calcular. Un buen número de misiles robados o comprados ilegalmente se mueve en los mercados de tráfico de armas, mientras que varios cientos de estos dispositivos forman parte del arsenal de no menos de 25 grupos terroristas e insurgentes de todo el mundo. Muchos de ellos, incluso, son remanentes de guerras pasadas, como los que les ofrecieron y cedieron los EE.UU. a los combatientes afganos para que resistieran la ocupación soviética en los años 80.

 

Después de que un grupo de terroristas armados con estos misiles portátiles le dispararan a un avión israelí que había partido del aeropuerto de Mombasa, en Kenia, en noviembre del año pasado, las autoridades norteamericanas decidieron entrar en acción. Desde principios de octubre, el Departamento de Seguridad Interior de los EE.UU. solicitó propuestas para desarrollar tecnologías anti misilísticas de grado militar que luego pudieran adaptarse a las flotas comerciales. “Nos tomamos muy en serio la amenaza y seguimos evaluando la vulnerabilidad de nuestros aeropuertos”, dijo James Loy, director de la Administración de Seguridad del Transporte.

 

Sin embargo, los expertos dicen que los primeros problemas graves son sólo cuestión de tiempo. “Si alguien quiere hacerlo, lo va a hacer”, dijo David Isenberg, analista del Consejo de Información de Seguridad Británico Norteamericano, un grupo de investigación independiente con sedes en Washington y Londres, Inglaterra. Y agregó: “Si se analiza el mercado negro en el que se comercializan todo tipo de ‘productos’, desde drogas hasta seres humanos, se concluye que las redes ya están constituidas. Y que siempre habrá un ‘correo’ que, por una buena suma de dinero estará dispuesto a hacer el trabajo”. Eso implica que la industria aeronáutica comercial está en problemas.

 

La mayoría de los misiles portátiles tienen un alcance de entre 5 y 8 kilómetros y pueden ser potencialmente disparados desde cualquier terraza, ventana o esquina desierta cercana a, por ejemplo, un aeropuerto urbano. Los costos y las dificultades logísticas de patrullar dichas áreas es, literalmente, muy pero muy alto. Y equipar a los aviones civiles con tecnología anti misilística implicaría un gasto multimillonario que, en el caso de que los gobiernos estuvieran dispuestos a pagarlo, plantearía un nuevo tema: ¿Cómo proteger otros posibles blancos de ataque?. “Cualquier edificio se convertiría inmediatamente en un blanco similar”, afirmó Peña.

 

“¿El gobierno pasaría a ser responsable, entonces, de asegurar todos los edificios de más de diez pisos?”,se pregunta el experto. La cuestión destaca lo difícil que se ha vuelto el combate contra el terrorismo. Se eliminan las armas de destrucción masiva y los terroristas buscan armas que causen destrucciones menores. Se protege un blanco y apuntan a otra parte. ¿Qué armas justifican su eliminación? ¿Qué blancos habría que proteger y cuáles no? “Se puede pensar en, por lo menos, un millón de ataques terroristas, pero también hay que pensar si vamos a pagar los costos que implica hacer frente a cada posibilidad. Incluso, actuar enérgicamente y no hacer nade puede ser lo mismo,” dijo Peña.

 

© The New York Times

 

Traducción de Claudia Martínez

 

 

 

 

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