Bill Gates

Hijo de un abogado y de una profesora, William Henry Gates fue el único varón de tres hermanos. Sus primeros cursos en el colegio pasaron sin pena ni gloria y sus padres tuvieron que motivarle económicamente para que el pequeño Bill mostrase un mayor entusiasmo por los estudios: le daban 25 centavos por cada sobresaliente. El resultado de esta financiación fue evidente: a los trece años Gates ya había realizado su primer programa informático.

En la Universidad de Harvard, donde ingresó a los 18 años de edad, desarrolló el lenguaje de programación BASIC, destinado a dar vida al primer ordenador personal de la historia. Tan sólo dos años más tarde, en 1975, Bill Gates fundó junto a uno de sus mejores amigos, Paul Allen, la empresa que le ha dado todas las satisfacciones y disgustos de su vida: Microsoft.

Tanto Gates como Allen tuvieron la suficiente anticipación y perspicacia para prever que el ordenador personal se convertiría en una herramienta básica en todas las oficinas del mundo. Por este motivo dejaron sus proyectos académicos –abandonaron la universidad sin acabar sus estudios– y dedicaron por completo su vida a Microsoft. Esta empresa sería la encargada de desarrollar el software necesario para el ejército de PCs que invadiría los despachos y hogares de medio mundo en la década de los ochenta.

IBM supo de la existencia de Microsoft y se puso en contacto con sus propietarios. El gigante norteamericano de la informática acordó con esta pareja de jóvenes el desarrollo de un nuevo sistema operativo para su nueva línea de ordenadores personales que se comercializaría con el nombre de MS DOS. Pero, sin duda alguna, el producto que lanzó definitivamente a Microsoft a máximas cuotas de poder fue el Windows 3.0 en mayo de 1990. Gracias a él, la compañía de Gates fue la primera en facturar más de mil millones de dólares en un solo año.

En este punto de su vida empezaron los problemas para Gates. Microsoft comenzó a absorber todas aquellas compañías de software que elaboraban buenos programas y las incorporaba a su proyecto empresarial. De esta manera pasó a ocupar una posición casi de monopolio en el mercado informático mundial. Este proceso le obligó a comprar acciones de Apple, su principal competencia, para evitar que esta compañía cerrase y de esta manera Microsoft pasara a incumplir las leyes antitrust de su país. Las autoridades judiciales de Estados Unidos decidieron actuar contra él y llevaron a Gates a un juicio. El fundador de Microsoft tuvo que negociar, y mucho, con la Administración norteamericana. Al final los jueces le obligaron a dividir su empresa y deshacerse de algunas divisiones. Gates nunca aceptó esta decisión y presentó recursos, unos esfuerzos que han tenido recompensa: el Tribunal de Apelaciones del Distrito de Columbia acaba de paralizar la ejecución de la sentencia que quería acabar con su emporio.

Ya no es el hombre más rico del mundo. La reciente oleada de atentados que ha sufrido Estados Unidos le ha hecho perder 1,3 billones de pesetas y bajar varias posiciones en el ranking de los más adinerados. El ataque terrorista obligó incluso a los estrategas de Microsoft a rediseñar la campaña de lanzamiento de su nuevo producto estrella, el Windows XP. A pesar de todo, la fortuna personal de Gates se aproxima a los ocho billones y medio de pesetas y sigue llevando pantalones vaqueros y zapatillas deportivas. En varias ocasiones ha asegurado que cuando se jubile a los 50 años guardará 10 millones de dólares para su familia y el resto lo donará a diversas causas en todo el mundo.

Lo único cierto es que cuando Gates se retire nada será igual en el mundo de la informática, los negocios y la comunicación.

 

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