¿Ya conocía el pasotismo?

Los Hechos

Martin Luther King decía: "Ya no me extraña la maldad de la gente perversa; lo que no deja de sorprenderme es la indiferencia de la gente buena". Hay que hacer una cruzada contra la violencia, todos lo sabemos, pero ¿quién piensa en una cruzada contra el indiferentismo? En España acuñaron el término "pasota" no aprobado aún por la Academia de la Lengua para indicar a aquella persona que, como en los juegos de cartas, a todo le dice: "paso". Se trata de toda una enfermedad a la que no estamos prestando el debido cuidado. En sus inicios se parece a un ataque algo prolongado de pereza, o a una crisis de "angustia existencial" o decaimiento leve. Luego vienen la dejadez, el descuido en el trabajo y/o estudio y la sensación de ansiedad. Finalmente se disparan el cinismo, el odio, la misantropía y el tedio de muerte. ¿Cuántos pasotas conoce Ud.? ¿Qué dice nuestra fe cristiana del pasotismo?

El Texto

Porque la maldad es miedosa: se condena a sí misma. Perseguida por su conciencia, espera siempre lo peor. Tener miedo es simplemente renunciar a la ayuda de la razón; mientras menos se cuenta con esa ayuda interior, más aumenta la causa desconocida de sus sufrimientos. Esa noche había surgido de un mundo infernal, mundo de la impotencia; se había apoderado de ellos durante el sueño y los mantenía en la impotencia. (Sabiduría 17:10-13)

La OPción

La indiferencia o pasotismo es toda una plaga, una enfermedad altamente contagiosa que destruye las fuerzas vivas de crecimiento y deja sin defensas a la sociedad. Es una especie de SIDA que, aunque puede llevar a la muerte, afortunadamente es tratable, sobre todo si es diagnosticado a tiempo. Reconozca sus síntomas y aplique prontamente los correctivos básicos, a saber: oración bíblica (salmos), ejercicios prácticos de solidaridad, formación intelectual en humanidades, y amistad alegre y sincera. La dieta básica del virus pasota es: egoísmo, confusión y resentimientos. Por eso este virus muere cuando llega el amor. No puede vivir en un alma compasiva. Huye lejos de los corazones en que habita Dios. Quien tiene a Cristo no tiene ganas ni tiempo de aburrirse.

 

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